Economía de palabras
Los países vecinos tienen diferentes ideas para frenar el narcotráfico que ingresa a sus territorios desde Bolivia, pero nadie había propuesto hasta ahora un cierre de fronteras, como lo ha hecho el chileno José Antonio Kast, candidato independiente a la presidencia de su país.
Laura Etcharren, experta argentina en narcotráfico dijo en septiembre que estaba muy mal que el gobierno de su país se concentre en controlar los puestos fronterizos con Bolivia, dejando libre y disponible para el narcotráfico una extensión de 500 kilómetros de frontera.
El gobierno de Mauricio Macri ha instalado radares de fabricación israelí en la frontera, con la esperanza de frenar el tráfico aéreo, terrestre y fluvial que se da desde Bolivia.
Los capos de las favelas brasileñas, que son un enclave del narcotráfico en las ciudades de ese país, tienen asegurada la provisión de droga boliviana a través de la mayor frontera binacional sudamericana. Desde Bolpebra hasta Puerto Busch las posibilidades de llevar droga desde Chapare son casi infinitas.
Los chilenos ensayaron diversas opciones, comenzando por proponer a Bolivia un acuerdo para evitar la llegada de inmensos volúmenes de contrabando a territorio boliviano a cambio de un control de la droga que les llega.
La propuesta de Kast es la más radical de todas. Es cierto, podría impedir el ingreso de la droga boliviana, pero, al mismo tiempo, pondría a Chile en una situación difícil: saber cuán dependientes son esos puertos del comercio boliviano.
En la Guerra del Pacífico, como he dicho en esta columna, un país quedó sin puertos, pero, del otro lado, algunos puertos quedaron sin país. Son esos puertos los que dependen del comercio, legal e ilegal, con Bolivia para poder sobrevivir. No tienen otro ingreso. La metrópoli chilena está muy lejos de ellos.
Pero el ejercicio es interesante. Un cierre de fronteras de parte de los vecinos impediría que les llegue la droga, pero al mismo tiempo pondría a Bolivia en una prueba difícil: saber cuán autosuficiente es en la producción de alimentos.
Convertiría a Bolivia en una especie de isla. La dejaría sin la posibilidad de contar con productos extranjeros para sobrevivir. Quizá sería un ejercicio tan duro como el de los puertos que quedaron sin país en la geografía chilena.
Un ejercicio interesante.
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