Acaba de inventarse la figura penal de “mala práctica profesional” para que, entre otros, el MAS controle a los periodistas. ¿Cómo se puede penalizar el derecho a la información de los ciudadanos?, se queja Andrés Gómez. Y es que el proyecto en su Art. 200 advierte una “intención solapada” de someter la labor del periodismo como está ocurriendo desde hace 12 años. El periodismo (profesional) siempre fue considerado como un “estorbo” para el Poder. La Ley 045 (de temor y autocensura) quedó chica en este afán. Por ejemplo, Mery Vaca tiene razón, dice que muchos periodistas empezaron apoyando a Evo Morales y que de a poco fueron virando hasta ser sus más acérrimos críticos.
¿Qué paso? Se denostó la ética periodística, y con ella a Denis McQuail, que determina el tema como un factor de múltiples análisis y debates desde distintos frentes (político, mercantil, cultural, etc.). La ética, como conjunto de preceptos, valores y fundamentos estructuran la posición y la producción social que realizan los periodistas para su acción profesional amparados en la CPE y la Ley de Imprenta. Gabriel Jaime diría que se distorsionó en sus tres niveles: 1) sociológico, que observa, describe, analiza e interpreta los comportamientos aceptados en un grupo o comunidad; 2) el jurídico, próximo al ordenamiento de la vida social a través de la prescripción, la regulación y la sanción de esos comportamientos; 3) como reflexión filosófica de aquello que es “justo” o “injusto” en relación con la dignidad humana. De hecho, este campo articulado con el MAS sigue su avatar, para beneficio de instituciones sociales (partidos políticos, empresas, sindicatos, gobiernos, iglesias) en una lógica corporativa.
John Virtue, con respecto a los periodistas (del MAS) advertiría tres problemas: 1) el relativo a la manipulación, cuando las noticias son “hechas a medida” que devalúa su objeto; 2) la corrupción: pagos ilegales o regalos que comprometen su labor, 3) redacción de noticias, en muchos casos, atropellando la privacidad, o desvirtuando las fuentes, subterfugios y manipulación de imágenes relacionadas con el libre mercado. Por ello, estos medios debilitan la ética profesional confundiendo, cuando menos, el contexto: titulares de noticias discordantes de los textos. Divulgación de rumores y especulaciones. Frivolidad, histrionismo, morbosidad, sensacionalismo, a veces obscenos. Pues, prefieren lo escandaloso y populachero que cumplir su labor.
Pese a todo, desde el gremio (estoico) se han levantado voces (medios) para cuestionar este periodismo “amarillo”, pretendiendo re-vitalizar la ética, y así poner freno desde la misma CPE, pero han sido “castigados” restándoles o quitándoles pautas publicitarias.
La judicialización y la difamación -al periodista- hasta pretender encarcelarlos han desvanecido la posición crítica, interpeladora y fiscalizadora de estas voces. La argucia oficial, entre otras, se inicia con la Ley 045, cuya entelequia es alguna discriminación o racismo que genera temor y auto-censura, cuando menos, que logró acallar algunas voces, pero no las voces “dignas”. Por ello, de forma burda, identifican un entelético “cártel de la mentira”. La irrupción de la nueva Ley del Código de Procedimiento Penal” espera, entre otros, agudizar la (auto) censura -cuando menos- y la ética del periodista desvirtuando la CPE. De hecho, entonces, la ética periodística en tiempos de Evo, sigue como hace 12 años.
El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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