El 20 de octubre celebramos la fundación de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, encomendada por el pacificador Dn. Pedro de La Gasca, en homenaje a la paz lograda entre grupos rivales de españoles que seguían a los hermanos Pizarro, unos, y a Almagro otros.
El “Pueblo Nuevo”, como también se conoció a la ciudad, debido a su ubicación estratégica, era el paso obligado entre el Virreinato de Lima, la Audiencia de Charcas y el virreinato de Buenos Aires, además de su cercanía al puerto de Arica y el océano Pacífico, cerca del sur peruano y el norte chileno. Además la ciudad de “Chuquiapu Marka” era el centro desde donde se distribuía la hoja de coca producida en los Yungas a todo el Imperio incaico y luego a las colonias españolas en Sudamérica, así como otros productos agrícolas sembrados en sus fértiles valles.
La ciudad de Nuestra Señora de La Paz fue el centro de las luchas emancipadoras de la colonia desde la revolución paceña de Julio de 1809, cuando por primera vez se constituyó paceño un gobierno libre en América. Durante la República es y ha sido la cabeza del país, en todos los órdenes, en especial en el político y económico y ha aportado recursos al tesoro público para el desarrollo de otras regiones y departamentos.
En la sede de gobierno, desde la creación de la República, los más importantes eventos de la vida republicana tuvieron origen en la ciudad paceña y su aporte en sangre en defensa de la heredad nacional estuvo en relación con su población, la mayor del país.
En los años sesenta y setenta comenzó la declinación de La Paz como centro industrial, así las empresas manufactureras: Forno, Said, Fanace, Volcán, Ibusa, Soligno y otras, han quedado sólo como recuerdo del potencial industrial paceño y en estos tiempos hemos sido relegados a una actividad económica terciaria, es decir de servicios. Los proyectos de la “marcha al norte”, donde la riqueza feraz espera la presencia del hombre, siguen siendo meros proyectos; el camino La Paz Cochabamba por Río Abajo es también un proyecto; el puente en el paso de Tiquina, otro proyecto y así el abandono de la sede de gobierno es la nota.
En estos años del populismo izquierdista en el gobierno, las inversiones públicas de valor estratégico económico y social están ausentes, a la vez que se ha dispuesto importantes recursos económicos en sectores de servicios, como los transportes por teleféricos, la construcción de palacios “mamotréticos” de escasa importancia para el desarrollo y más bien con un alto costo, por la afectación al medio ambiente y la reducción de espacios verdes de plazas y parques, como en el barrio de Miraflores.
Debido a la errática política exterior del régimen populista que nos gobierna hace más de una década, los paceños hemos perdido importantes recursos económicos (la Cuenta del Milenio), que se debía invertir en la carretera al norte paceño, esos 400 millones de dólares son una afectación muy grave a la economía paceña.
La presencia del gobierno en nuestra ciudad importa un grave perjuicio al desarrollo paceño, pues la permanente convulsión social en las calles ha determinado la migración de emprendimientos a otras regiones o al exterior, lo mismo que mano de obra calificada. La Paz es expulsor de alrededor de 200 mil personas anualmente a otras regiones. En estos diez años, el gobierno no ha realizado algún evento importante en la sede de gobierno y se ejecuta una política antipaceña en varios aspectos.
La problemática de inseguridad ciudadana, inseguridad jurídica y otras, son la nota en nuestra ciudad, donde la calidad de vida de los paceños ha sufrido un deterioro notable. La falta de empleo, la ausencia de políticas de incentivo al emprendimiento privado y el empobrecimiento de las clases medias, la politiquería que se ha incrustado en todas las actividades, caracterizan nuestra realidad actual.
El 20 de octubre es la fecha aniversario de nuestra ciudad y no el 16 de Julio, que es una fecha de recordación de un hecho histórico, la revolución de Julio de 1809, pero que lamentablemente ha sido distorsionada, debe llevarnos a los paceños a decir ¡basta! y retomar nuestro carácter rebelde y libertario.
El autor es abogado y politólogo.
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