Asuntos pendientes con Chile

El presente artículo tiene el propósito de demostrar la realidad de aguas bolivianas derivadas a territorio chileno, para lo cual debemos referirnos al libro editado por el suscrito el año 2003 y el año 2016, con el título “El Mito del Silala”, que hace conocer que no existe ni existió un curso de agua que escurriera en forma natural en la región del Quetena, provincia Sud Lípez del departamento de Potosí, para que Chile reclamara un uso compartido con Bolivia. El país vecino aduce que se trata de un río internacional de curso sucesivo, con el nombre inventado de río Silala, que figura en el Tratado de 1904, pero no hay una cuenca hidrográfica en territorio boliviano, donde pueda originarse el escurrimiento de un curso de agua.

En el año 1775 el gobierno chileno contrató al ingeniero neozelandés Josiah Harding, constructor de la línea del ferrocarril desde Antofagasta hasta la nueva frontera con Bolivia (Historia del Ferrocarril de Chile, libro de María Piedad Allende, 1993).

El ingeniero Harding para cumplir con este contrato recorrió el territorio boliviano, donde pobladores de la zona le dijeron que había un camino de herradura que se usaba para el transporte de minerales de plata desde Potosí hasta Antofagasta y que los arrieros se proveían de agua potable para llenar sus depósitos de agua, conociendo que en Antofagasta solo podían disponer de agua subterránea que no les servía a ellos ni a los animales de carga, por ser impura y ácida.

El gobierno chileno, anoticiado de la existencia de agua potable en territorio boliviano, pidió al ingeniero Harding, constructor de la línea del ferrocarril desde Antofagasta hasta la nueva frontera con Bolivia, que ingresara en forma ilegal, sin conocimiento boliviano, con obreros chilenos para recolectar el agua pura de los bofedales bolivianos del Quetena, construyendo zanjas de tierra. Se recolectaría agua potable para llevar 250 l/s hasta la frontera con Chile e ingresar con tubería hasta Antofagasta. Se trataba de cruzar la Cordillera Occidental, que impedía el ingreso de aguas bolivianas hasta Antofagasta, donde se llenaban los calderos del ferrocarril con aguas subterráneas que deterioraban rápidamente los calderos de las locomotoras a vapor y tampoco servían para la explotación e industrialización del cobre de empresas transnacionales, asociadas a grupos de poder económico de Chile, a las cuales les otorgaron en propiedad todas las costas y puerto de Antofagasta, que son de gran importancia para la comercialización de productos y minerales bolivianos.

Considerando que desde 1775 Chile utilizó 250 l/s, tomando como base un dólar por m3, significa que Chile recolectó 10 mil m3 por año y debería pagar a Bolivia 10 millones de dólares anualmente, o sea que en 242 años desde 1775 a la fecha, Chile adeuda a Bolivia aproximadamente más de 15 mil millones de dólares y podría negociar el pago de esa suma, cediendo al gobierno boliviano la utilización permanente de un puerto útil que Chile otorgó a empresas transnacionales en las costas del Litoral, del que Chile se apoderó en 1879 con la Guerra del Pacífico.

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