Los líderes, aún los más esclarecidos, siempre han caído en aberraciones políticas, por no decir en estulticias, que desvirtuaron su discurso y empañaron su imagen. Echaron a perder el poco prestigio que habían logrado. Ello se ha visto en el pasado mediato e inmediato, en países grandes y pequeños, en la región y más allá de sus fronteras.
En consecuencia: nadie debe presumir de perfecto. Y menos los líderes que manejaron a su antojo los destinos de la especie humana. Éstos, de carne y hueso, con sentimientos de odio y amor, con ambiciones y apatías, no son, en absoluto, perfectos sino perfectibles, en el tiempo y espacio. Tendrán que cambiar de mentalidad y actitud, acorde con los tiempos que se imponen de cara al Siglo XXI, a fin de adquirir el espíritu del desprendimiento, que abre un amplio abanico para el debate, para el entendimiento y el consenso, tan requeridos hoy.
Algunos líderes, sabios e inteligentes, tuvieron que dar un paso al costado, en las pretensiones de retener en sus manos el “maravilloso instrumento del Poder”, para evitar reacciones adversas, que hubieran truncado la carrera política. Y optaron, como es bien sabido, por salidas decorosas, que ratificaron la confianza y el respaldo de los pueblos, favorables para ellos. Abandonaron el “puesto del deber” con la frente en alto y rodeados por la credibilidad política que garantizaría el retorno de los lideratos. Actitudes que están debidamente inscritas en las páginas de la historia.
Pero otros, enceguecidos por las determinaciones partidarias, no tuvieron la ocasión de revisar su accionar político y acabaron autodestruyéndose. Haciéndose el haraquiri. Es que ensoberbecidos por el Poder omnímodo, tenían ojos y no veían, tenían oídos y no oían el clamor del pueblo, que redundaba por la profundización de la democracia y por la competencia electoral en igualdad de condiciones.
En la región tuvimos extraordinarios líderes que orientaron y condujeron a sus pueblos por los senderos del progreso y bienestar social. Estaban identificados con las aspiraciones de mejores días de los menos favorecidos. Fueron defensores intransigentes de los supremos intereses nacionales y de los recursos naturales, renovables y no renovables, particularmente.
Los líderes, que conducen los destinos de la humanidad, están conminados a salvaguardar, priorizar, la vida sobre todas las diferencias político - ideológicas que hubiera. La demanda de mejores condiciones de vida, con pan, con techo y libertad, no debe ser respondida con proyectil, con represión ni detención arbitraria. La respuesta, en todo caso, debe tender a satisfacer el hambre, apagar la sed y facilitar los medicamentos a quienes tienen la salud quebrantada. Además de brindar educación y seguridad ciudadana.
Los líderes, que representan a un país pequeño o grande, tienen la misión histórica de consolidar la unidad de sus pueblos, en el entendido de que sólo con ella se podrá avanzar hacia un mundo mejor. Pues las grandes conquistas de la humanidad se hicieron sobre la base de unidad. A pesar que en política no es posible realizar todo lo que se desea ni todo lo que se proyecta.
Tampoco los logros de los líderes, que seguramente los hay, son reconocidos debidamente. Siempre surgieron voces de discordia o descontento en torno a ellos.
En suma: los líderes deben caminar con el ritmo de las decisiones que asumen los pueblos y jamás alejarse de ellas. He ahí los líderes ante la historia y los hombres.
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