Líderes forjados a la sombra de la guerra

La noche del 15 de julio estaba anunciada la cena del Club de La Paz en honor de la Revolución del 16 del mismo mes de 1809, acontecimiento que según algunos auspiciaba “Amigos de la Ciudad”. Germán Busch recientemente juramentado presidente de la República y su gabinete eran los principales invitados. Se dice también que abundaron vivas a La Paz y que no faltaron expresiones contra el “camba”, aspectos dudosos por la categoría de los concurrentes.

Anoticiado Elías Belmonte, a la sazón Jefe de Policía, ingresó al recinto invocando su autoridad junto a algunos efectivos. En un oscuro forcejeo se escuchó disparos que dieron muerte al Administrador del Club, Eduardo Soria Galvarro, y otros dos empleados corrían la misma suerte (Robert Brockmann: Dos disparos al amanecer, pág. 200). Trágico comienzo augural de un trágico final en una Administración nueva.

Significativamente el Decreto Supremo de 7 de junio de 1937, limitó el poder de los “barones del estaño” –Patiño, Aramayo y Hoschild- al disponer la entrega al Estado del 100% de las divisas provenientes de las exportaciones de minerales, idea larvada largos años antes de que Busch fuese convencido por sus asesores, por encima de sus ministros, medida estrella de su gestión.

El punto culminante de este Gobierno se sitúa en el Congreso Constituyente de 1938, constituido exclusivamente por militantes del Frente Único Socialista. Los Liberales, Republicanos Genuinos y Republicanos Socialistas de Saavedra se abstuvieron. Debutaron en la arena política pública personajes que actuaban tras bambalinas: Víctor Paz, Walter Guevara, Augusto Céspedes, Roberto Jordán Cuéllar, etc. Éstos reaparecerían en los años 50 como generación política innovadora después de que por largo tiempo jugaron al militarismo, en especial con Toro y Busch, lo que no fue óbice para que llegado el momento sustituyeran al Ejército por milicias armadas.

El “constitucionalismo social”, como se conoce a las emanaciones de la Convención de 1938, es heredero de la Constitución mexicana de 1917, esparcida hacía tiempo por el continente. Se dice que a partir de 1938, Bolivia adquiere una izquierdización que la ha de marcar hasta el presente, inclusive a través de los gobiernos militares posteriores, fieles a esa línea, por lo menos en el discurso. El Congreso Constituyente invistió a Germán Busch como Presidente Constitucional y Vicepresidente a Enrique Baldivieso.

El hombre del Chaco volvió sobre sus pasos al declararse dictador, decisión que reafirmó los niveles autoritarios que fueron moneda corriente de los gobiernos militares de pos guerra. Contrastando con su trayectoria guerrera, a Busch lo acompañó en el solio presidencial su falta de preparación intelectual, situación que lo convirtió en fácil instrumento de los políticos que actuaban tras él, impulsándolo antes y después de que asumiese el poder. Es posible que hubiera carecido de una buena formación en su niñez y adolescencia. Tomamos de Porfirio Díaz Machicao estas notas: “Toda la gama de esfuerzos que exige la guerra brutal en la selva fue rendida por Germán Busch… rebasaba sus posibilidades y alcanzaba las jerarquías sin haberlas obtenido, tenía un alto mando sin catalogación, ordenaba como un general, siendo apenas un capitán y cumplía como un soldado raso siendo un comandante…. Fue el suyo un amor propio que se estimulaba por el halago y la admiración de sus semejantes. Siempre vio el harapo de su blusa de soldado en guerra como un oropel de triunfo”. Por mano propia puso fin a sus días un 23 de agosto de 1939.

Obras de consulta: Robert Brockmann: Dos disparos al amanecer.

Porfirio Díaz Machicao: Toro, Busch, Quintanilla.