Cartas
Señor Director:
En los años 60, como todo estudiante, tenía obligaciones determinadas, mi vida se enriquecía con nuevas experiencias, vivencias, anécdotas, algunas veces como actor y otras como espectador. En ese periodo de mi vida (la de los últimos años de colegio), el tiempo desfilaba rápidamente y ese “vivido” sin darme cuenta iba dejando huellas imborrables en mi mente. En ese entonces almacenaba futuros recuerdos, solo años después los analicé. Muchos años han pasado, no sin nostalgia, cierro mis ojos y recuerdo:
En esos tiempos, algunas veces en la noche iba a Radio Méndez y veía el Show de los Sábados. Vi en directo la última presentación de Benjo Cruz (meses después murió en un enfrentamiento), vi también al dúo David Santalla y Hugo Eduardo Pol (jóvenes cómicos y con gran chispa) y a muchos artistas. Regresaba tarde a casa, como vivía solo nadie me controlaba.
Los domingos por la mañana mi vecino abría sus ventanas e imponía al vecindario su programa radial preferido: Tangos (¿transmitidos por radio Altiplano?) y entre dos tangos los locutores contaban “anécdotas de antaño”… Sin darme cuenta me había acostumbrado a despertar con tangos (Y todo a media luz… Los muchachos de antes no usaban gomina…).
Después de varios años de ausencia regresé al mismo lugar, los domingos por la mañana ya no había música, el vecino se había trasladado y paralelamente muchos cambios se operaron: las calles habían sido empedradas, se podía distinguir las aceras, nuevos edificios… Dónde estarán esas personas que conocí en esos tiempos y los amigos, seguramente los veo y no los reconozco.
En una de las esquinas había un canillita y muchos compraban el ejemplar del domingo, con varias páginas para leer. Recuerdo que desde mi infancia me gustaba la sección Historietas (El Príncipe Valiente, Trucutú…). Algunos no podían comprar el periódico, como esos estudiantes que vivían en un cuarto, cerca del lugar donde el canillita tenía su puesto. El canillita les prestaba un ejemplar con una condición: no arrugar el periódico. Así los estudiantes podían leer el periódico, informarse, distraerse, algo muy importante en esos tiempos, cuando no se tenía teléfonos portables, mucho menos Internet.
Hace más de 40 años que vivo en el extranjero, de vez en cuando vengó a Bolivia, últimamente con más frecuencia. Un joven canillita vende sus periódicos en la misma esquina, un día, hablándole de anécdotas del barrio, me enteré que era hijo del otro canillita y que éste último continúa trabajando, hace un recorrido a pie por las calles de mi barrio: Cristo Rey vendiendo periódicos.
Lo vi un día, creo que él ya no recordaba que prestaba sus periódicos gratis a esos estudiantes de antes. Cuánta gente hay, probablemente poca, que hace bien sin mirar a quien y la única forma de pago es un “gracias, Jorge Camacho”, hoy te digo gracias en nombre de esos estudiantes. Estás en buena forma, más de 40 años vendiendo periódicos, caminando bajo la lluvia, sol, frío. Que te conserves bien, lo mereces realmente.
Víctor H. López S.C.
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