Con el objetivo de mostrar que la economía del país no está en desaceleración y que ese feliz resultado se debe al “funcionamiento” del mercado interior o consumo, el gobierno ha lanzado una ofensiva para confirmar esa apreciación.
En efecto, ha reiterado, además, en diversas formas, que la economía crece debido al aumento del consumo interno. Al respecto, el vicepresidente Álvaro García sostuvo que “quien ha salvado Bolivia es el mercado interno”, argumento imaginado por el ex ministro Luis Arce Catacora.
En fin, con una serie de razonamientos se trata de convencer a la opinión pública que pese a la crisis internacional, la economía boliviana crece debido al mercado de consumo.
Es necesario analizar un poco el tema y ver el origen y proyección del mercado interior, referencia que recién conduce a la correcta conclusión lógica.
La primera respuesta es que el mercado interno no es un fenómeno económico de origen divino, ni de la especulación de algún economista venido a menos. En efecto, ese mercado es producto del desarrollo económico capitalista y no de algún “modelo” de tipo “comunitario productivo”, ni mucho menos de base subjetiva. Al contrario, ese mercado interno es resultado capitalista en que se encuentra Bolivia masivamente desde mediados del siglo pasado (1952), así como por el desarrollo subsiguiente producido, pese a altibajos y oscuros intereses que intentan desconocerlo y destruirlo.
Regularmente, los populistas (en sentido económico y no habitual) afirman, sueltos de cuerpo, que el capitalismo no se puede desarrollar en Bolivia y aun que va “contra natura” (Zavaleta), niega la división de la sociedad en clases contradictorias; alegan que la ruina de los campesinos niega el progreso de la industria y sería la base para la construcción del socialismo, etc.
Los populistas no toman en cuenta, ni mucho menos, que el desarrollo del mercado interno para el capitalismo penetra a través de la pequeña producción mercantil y que la ruina de los pequeños productores va acompañada del surgimiento y creación del mercado interior para ese capitalismo. Finalmente, la producción mercantil simple se convierte en producción capitalista. Entonces, el mercado interno se hace de local en general.
En esa realidad, los trabajadores y la crisis permanente en que viven los pequeños productores los convierte en obreros asalariados, y ese empobrecimiento, paralelo al enriquecimiento de pocos favorecidos, crea el mercado interior.
Esa polarización origina y contribuye al crecimiento del mercado. En efecto, el trabajador empobrecido (generalmente el campesino, que vivía de su parcela y migra a la ciudad) vive de ingresos eventuales o sea la venta de su trabajo y, por tanto, tiene que comprar los artículos necesarios para sobrevivir. Por otro lado, la minoría, que se enriquece en forma aparejada al empobrecimiento de los obreros que pierden sus bienes, concentra el poder, se convierte en consumidora y el producto así originado entra en el mercado para formar el mercado interno.
En esa forma, a medida de su desarrollo, inclusive sin considerar el mercado exterior, la producción capitalista crea el mercado, que es la esfera de la circulación de “mercaderías” que abarca todo el país y que surgió masivamente desde mediados del siglo pasado, no es un fenómeno reciente caído del cielo por obra y milagro de algún demiurgo providencial.
El crecimiento de la economía nacional no se debe, por tanto, al mercado interior, que es un efecto, sino al desarrollo del sistema de producción capitalista que existe en el país y que es el que se debe llevar la medalla de oro de ese crecimiento.
Ese factor que “ha salvado a Bolivia” no es, pues, el mercado interno, sino el capitalismo que lo origina y determina el aumento del consumo en los hogares, como resultado de las causas señaladas. En síntesis, la opinión sobre que el mercado interno origina el crecimiento económico es falsa y errónea, ya que ese desarrollo es, en realidad, resultado del sistema capitalista que desarrolla toda la economía nacional.
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