Las gigantescas carreras atléticas que frecuentemente se realizan en las calles de La Paz y otras ciudades parecerían juegos infantiles al ser comparadas con la enorme carrera de corrupción por millones de dólares de la que se informa a diario en todos los medios de comunicación y de la cual son protagonistas funcionarios oficiales de toda clase social, desde “indígenas” hasta “caballeros”.
La lista tiene largo origen y pasa por casos oficiales recientes, como el “caso Zapata”, la cuestión del Fondo Indígena, las barcazas chinas y otros de gran volumen. Pero los casos recientes, ya interminables, se producen en momentos en que más se pregona luchar contra la corrupción.
En menos de un mes se registró el caso del Banco Unión, al que siguió la denuncia de desfalco en el Ministerio de Defensa, el escándalo de Prodem y otros. Y cuando se pensaba que allí terminaría esa gigantesca ola de denuncias (que puede compararse con un tsunami), saltan otras denuncias de no menor magnitud, como el caso de Emapa, de detalle ya inimaginable.
Pero no es suficiente recapitular o recordar ese rosario delictivo. Lo que hay que preguntarse es ¿cuáles serán las causas de ese fenómeno social? ¿Por qué motivo ya no se trata de casos individuales, sino de un problema colectivo? ¿Por qué, además, en forma paralela ha explotado otra corriente delictiva que consuma crímenes en la forma más espantosa que se pueda concebir?
Si bien con anterioridad se producían desfalcos, robos y crímenes en forma aislada, ¿por qué causales ahora son el pan de cada día? ¿Será que esa ola delictiva es un signo de la época que está viviendo el país y que nunca fue conocida?
Es más, habrá que preguntarse ¿continuará creciendo o terminará esta crisis moral que abarca a grandes sectores de la población y que no tiene visos de reducirse o desaparecer?
Las preguntas son numerosas y para resolverlas es preciso que las autoridades y la población en general reflexionen sobre el origen, desarrollo y consecuencias de lo que está ocurriendo. Considerar que ya no solo se trata de casos asilados de tipo individual, sino partes de un fenómeno global, que debe ser motivo de estudio sociológico y, por tanto, de ese análisis extraer las soluciones de fondo y no meras fórmulas superficiales que se limitan a luchar contra los efectos y olvidar las causas.
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