Pudo ser la reina de España y, sin embargo, pasó a la historia como Juana la Loca.
En las cortes europeas, a través del tiempo y en más de una oportunidad, deben haberse oído en boca de algún súbdito, haciendo referencia a su soberano, las palabras del título: ¡La reina está loca!. . . Y en realidad esta advertencia habrá estado fundada en hechos reales, pues sólo será necesario abrir el gran libro de la Historia, para encontrar que en Europa hubo por lo menos una docena de soberanos –reyes, emperadores y reinas–, que en y por circunstancias diversas, se vieron privados de aquello que para gobernar se hace imprescindible : la razón.
Ejemplo fehaciente de lo antedicho ofreció la monarquía española con la reina Juana que perdió la razón por un amor desmedido hacia su esposo el rey Felipe, el Hermoso.
Juana I de Castilla, conocida como Juana la Loca, nació en Toledo, el 6 de noviembre de 1479. Era hermosa y sensual y fue enviada por su padres a Flandes con 16 años. Allí conoció a Felipe, con 18 años, apenas se vieron estalló en ellos una pasión irrefrenable, y se casaron aquel mismo día que se habían conocido. Felipe era hijo de Maximiliano de Habsburgo. Juana fue reina de Castilla y Aragón, hija de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel. Su demencia fue provocada, según una leyenda poética, por un desmedido amor conyugal y las infidelidades de su marido Felipe, el Hermoso, a quien idolatraba apasionadamente.
En tan sólo nueve años Juana de Castilla dio a luz a 6 hijos: Leonor, Carlos, –quien se convertiría más tarde en el emperador de casi toda Europa–, Isabel, Fernando, María y Cata-lina.
Debido a los constantes actos de infidelidad de su marido, despidió a sus damas y se hacía acompañar por una horrible anciana desdentada. En 1506 muere Felipe, a causa de una fiebre contraída por los excesos de un día de festines y placeres, y Juana, que ya mostraba indicios de enajenación, termina por enloquecer del todo. . . Hace embalsamar el cadáver de su compañero y luego de permanecer por varios días junto a él ordena su traslado a Granada. Organiza una tétrica caravana que viajaba por las noches, a la luz de los hachones y entre plegarias de frailes encapuchados. Durante dos años y medio paseó el cadáver de su marido, ninguna mujer podía acercarse a los restos del extinto, sólo la viuda puede estar cerca..
Finalmente, Juana es recluida en el castillo de Tordesillas, a Felipe se lo instala en la iglesia de enfrente, de manera que Juana pudiera ver el féretro. Luego de permanecer encerrada durante 46 años, abandonada en su demencia, fallece la mañana del Viernes Santo de 1555.
Triste destino de la desdichada Juana. El amor, fuente de dichas y sueños, fue para ella torrente de amarguras.
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