(Fragmento)
R. B. GIRÓN
El modernismo, con sus egoístas apreciaciones, se ha entronizado, de algunos años a esta parte, en nuestra sociedad, trocando las tristezas del corazón en alegrías del estómago, los recuerdos de la muerte en ostentaciones de relumbrón. Las gentes de ayer eran poco prácticas; tenían sus pobres mentes atrofiadas por las absurdas preocupaciones ¡los muertos. . . Los muertos! ¿Qué tenemos que ver nosotros con los muertos? Harto trabajo nos costó sufrirlos en vida. Hicimos por ellos cuanto pudimos, ¿y aún hemos de seguir pagándoles censo eterno, en dolorosos recuerdos?
Se ha destinado para ellos un día del año. . . Perfectamente; acatémoslo: pero haciendo lo posible para que por sí mismo se mixtifique y se convierta de hecho en otro día más de francachela. Para ello, dejémonos arrastrar por las corrientes modernas, que son las llamadas a conducirnos hasta el fin deseado. No nos precipitemos; finjamos y, variando el modo de sentir, osténtese, en común, el dolor con diferente aspecto, basado constantemente en algo que halague nuestros deseos y aficiones, que constituya un nuevo placer, oculto bajo la capa del sufrir. . . ¡Adelante! Siempre adelante, para lograr la indiferencia, madre legítima de las terrenales satisfacciones a que el mortal aspira, hasta que lleguemos a brindar en la misma morada de los difuntos. Las lágrimas y las tristezas de este día resultan anticuadas; por eso tienden a suprimirse.
–Eso jamás se logrará. No, nunca;–exclamé. Interrumpiéndole escandalizado.
–¡Necio! Repuso una voz, ¿crees que falta mucho? La semilla arrojada, va germinando, y el indiferentismo abriéndose ancho campo. ¿Quieres ver sus frutos? Sígueme; y, prescindiendo de ese gentío inmenso, bullicioso y alegre que acude a la comedia, para ser actor y espectador a la vez, penetremos en el camposanto, en donde has de quedar convencido y maravillado de lo bien que se finge. . . Mira; ese grupo abigarrado, cuyos individuos aparentan un dolor que no sienten, han venido aquí, impulsados por la rancia costumbre social los unos, por el acicate de curiosear los otros.
El amargo llanto de esa viuda joven y hermosa es hijo del despecho; pues, llevando sólo quince días de viuda, el qué dirán la impide casarse hasta cumplir el riguroso luto. Aquel joven que, mustio y dolorido, coloca valiosa corona en un mausoleo, es un buen hijo que viene aquí porque le han hecho recordar al que le dio el ser y le dejó la fortuna.. No solloza; pero siente los cincuenta pesos que el orgullo le obligó a invertir en el recuerdo.
Los que forman un grupito junto a aquel nicho, no lloran ni están tristes, ya los ves; han venido con pretexto de visitar a su hermano, recién fallecido; a exhibir los lutos; a ver y ser vistos; a envidiar y a ser envidiados. Esos que van y vienen, que se empujan y atropellan, que ríen y critican con graciosa verbosidad los latines de las lápidas, han venido aquí por negocio, por pasatiempo o por lucirse. Aquellos que rezan junto a aquel sepulcro son. . .
–¡Basta de calumnia indigna!, exclamé irritado; para ti no hay dolor, es una mentira. . . ¿Dónde está la verdad?
–¿La verdad? Allá, en aquél rincón la tienes: en el llanto de aquella anciana que ora por el hijo que perdió y al que jamás volverá a ver. El dolor, hijo del recuerdo, que tu crees ver hoy como ayer en todos los rostros, está descontado; sólo le queda el corazón de las madres, baluarte en que se hizo fuerte para resistir los combates de la indiferencia.
Portada de HOY |
1 Dólar: | 6.96 Bs. |
1 Euro: | 7.99 Bs. |
1 UFV: | 2.22598 Bs. |
Impunidad |