El terrorismo islámico ha causado, hace semanas, la mayor cantidad de víctimas del último año; más de 230 muertos y más de 350 heridos es el saldo en un atentado con bombas contra un hotel de la capital Mogadiscio (Agencia EFE, EL DIARIO 16/X/17). Este ataque terrorista fue calificado “como el mayor de la historia de Somalia” dando lugar a que los hospitales de la capital se encuentren totalmente copados, pero con falta de camas y medicamentos para la cada vez mayor afluencia de heridos, muchos de ellos en estado grave.
El terrorismo yihadista no trepida ante nada con tal de seguir en su carrera de matanzas y destrucción; son muchas las ciudades de Europa, África y del resto del mundo que sufren por haber perdido a seres queridos y, por supuesto, la pérdida de bienes en un país que está muy lejos de conseguir la pacificación plena debido a los enfrentamientos que periódicamente se presentan por las grandes diferencias y divisiones de su población. Somalia se ha convertido, desde hace muchos años, en ejemplo de extrema pobreza, con gravísimos índices de delincuencia y criminalidad porque las fuerzas en discordia disponen de armamento moderno y, si tienen como aliado al terrorismo islámico, los problemas se agudizan grandemente.
Condenas de todo el mundo, incitaciones para llegar a la paz interna de nada sirven ante los fanatismos religiosos y políticos del país que, prácticamente, vive en continuo caos. Muchas veces se ha sostenido en organismos internacionales como Naciones Unidas que la comunidad internacional debería adoptar medidas contra quienes abusan del poder y dan lugar a la presencia de delincuentes, de guerrilleros y terroristas que causan mucho dolor a la población porque no hay una familia que no padezca el hecho de haber perdido un familiar por causa de la guerra interna especialmente entre grupos militares que no encuentran medios de avenencia para establecer la paz.
Somalia se ha convertido en víctima propicia para el terrorismo y lo ocurrido semanas atrás sería el principio de muchas otras acciones que, se dice por parte de fanáticos, “no concluirán hasta que el gobierno acabe con sus problemas internos y mejore su capacidad militar”. El pueblo de Somalia sufre hambre y enfermedades y, por el contrario, tanto el gobierno como los militares divididos adquieren cada vez más armamento que los países productores les proporcionan. Esta situación no da lugar a encuentros de diálogo entre las partes porque cada una quiere imponer sus condiciones y ver sometidos a su autoridad dictatorial a todo el pueblo.
El terrorismo yihadista más por cuestiones político-religiosas que por ambiciones exageradas de sus militantes, bajo el principio de que “Alá los bendice y asegura el cielo”, matan inmisericordemente a mujeres, niños y ancianos, luego de reclutamientos obligados de jóvenes y personas aptas para los entrenamientos y manejo de armas. La paz en Somalia es cada vez más lejana.
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