La corrupción en Bolivia ha llegado a niveles muy altos y de esta manera dicho mal ha pasado a formar parte inevitablemente de la vida cotidiana del ciudadano común. Lo cierto es que amanecemos y anochecemos con la corrupción.
Se podría decir que existe una cultura colectiva en el país para convertir a las instituciones del Estado en corporaciones rígidas, donde predomina un cuestionable espíritu de cuerpo y lealtades profundas que se repiten sistemáticamente en cualquier parte de la administración pública. En consecuencia, a aquél que se atreva a desnudar ante la opinión pública los alcances y las dimensiones económicas que abarcan estas redes burocráticas, le espera su consiguiente muerte civil, incluyendo una cobarde represalia contra su familia.
Es frecuente observar en el interior de cualquier institución estatal, la manera aberrante de procrear lazos de afinidad con el conocido estilo de los clanes familiares o de grandes mafiosos. Las instituciones públicas reproducen internamente un “espíritu cívico” fuerte que resulta impenetrable para el resto de la población, lo que naturalmente facilita y promueve sin límites la acción corrupta.
Existe una arraigada cultura basada en dudosos valores morales para convertir los espacios de la Administración Pública en emporios privados, donde muchas veces la relación entre jefe y empleado adquiere un sentido más bien pernicioso, si se trata de sonsacar, bajo cualquier pretexto, recursos del Estado. La cultura del encubrimiento precisamente tiene que ver con normas culturales de reciprocidad e intercambio de favores.
Es indispensable acabar con la cultura del compadrerío, el nepotismo, el servilismo y la sumisión permanente ante los jerarcas de una entidad pública.
Es imperioso adoptar o crear una conciencia nacional que sea capaz de analizar lo que significa ser un auténtico funcionario público, que debería estar al servicio del interés general.
En todo caso, para combatir un mal tan arraigado como la corrupción, se requiere sentar sólidas bases, para recibir educación y enseñanza con predominio de valores éticos y solidarios, en pos del bien común y considerando los derechos y responsabilidades ciudadanas.
La vida no se acaba con la búsqueda de intereses particulares y de los amigos, es imperioso sentir que uno forma parte de una globalidad social, como tal, donde las colusiones son factibles, con la participación de toda la sociedad civil, actuando en todo momento con sinceridad y transparencia.
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