Velocidad en la conducción

La imprudencia de muchos conductores es considerada como factor determinante para que existan accidentes de tránsito, en vías urbanas o rurales y en muchos casos con víctimas fatales, como sucedió en últimos días en diferentes ciudades de nuestro país.

Es más frecuente el exceso de velocidad, factor que se convierte en parte de la inseguridad, por irresponsabilidad de conductores del servicio público o privado, que no cumplen con normas viales y no respetan las señales reglamentarias.

Cuando el conductor aumenta la velocidad, reduce las posibilidades de retomar el control de un vehículo, es decir que cuanto mayor sea la velocidad de aproximación a una curva, mayor es la inseguridad de ésta.

La gravedad de un accidente aumenta con la velocidad con que se produce el impacto del vehículo contra un obstáculo fijo o móvil, o con la superficie en caso de vuelco.

La velocidad excesiva es uno de los factores más concluyentes en accidentes de tránsito. Según datos estadísticos, esta causa de riesgo sería -sumada a las distracciones y el consumo de bebidas alcohólicas- una de las principales para accidentes de tránsito, pudiéndose relacionar con al menos uno de cada siete accidentes con víctimas.

El conductor determina la velocidad del automotor. Esta determinación está influenciada por múltiples factores, condiciones ambientales, características de la vía y del vehículo; pero también y sobre todo por el temperamento, la actitud y la motivación del conductor.

Los conductores deben considerar que la niebla y la lluvia son causas de accidentes de tránsito y, por lo tanto, deben ir con una velocidad sensata y un razonamiento acertado.

Los vehículos hoy son más cómodos, placenteros, seguros y veloces. Dentro de los automotores se advierte un mínimo sonido, han disminuido las vibraciones y mejoró su estabilidad. La percepción de seguridad o la sensación de que todo está bajo control, cuando estamos al volante de un vehículo, hace que, en algunas circunstancias, no seamos conscientes del peligro que conlleva transitar con velocidad no adecuada.

Estudios avalan que cuando circulamos con velocidad elevada, al encontrarnos con un peligro recorreremos una gran distancia durante el tiempo de reacción (el que necesitamos desde que nos percatamos del peligro, hasta que actuamos en consecuencia), y también recorreremos mayor distancia antes de detener el vehículo (mientras estamos frenando).

En caso de colisión por exceso de velocidad, la energía cinética que acumula el vehículo y que se dispersa en dicha colisión será mayor si se circula con elevada velocidad, que la que se disiparía si se circulase con velocidad menor. Cabe resaltar que una colisión a 100 Km/h equivale a una caída de unos 39 metros de altura, mientras que una colisión a 130 Km/h equivale a una caída de unos 67 metros de altura. Es decir que unos pocos kilómetros por hora de más a la permitida, representan un impacto significativamente mayor y por consiguiente lesiones más graves para los ocupantes del medio de transporte.

En conclusión, aun conduciendo dentro de los límites de velocidad establecidos en la normativa, podemos no estar haciéndolo de la forma más segura e inequívoca. Por lo tanto, nuestro propósito no debe ser únicamente respetar estos límites permitidos, sino adecuar la velocidad a las circunstancias meteorológicas, de la vía, del vehículo, del tráfico, entre otras.