Fernán Caballero
Era este judío un zapatero que vivía en Jerusalén, en la calle de la Amargura, y cuando el Señor pasó por ella con la pesada cruz a cuestas, al llegar a la puerta de la casa del zapatero, iba tan destrozado y tan exhausto, que quiso descansar en ella y le dijo al dueño: –“Juan, déjame descansar aquí, que sufro mucho”. El despiadado zapatero le contestó: – “Anda, anda, que yo también sufro aquí cosido al remo del trabajo”,–y le cerró la puerta. Entonces el Señor, viéndose tan cruelmente despedido, repuso:–“¡Anda tú! Anda, y que sea hasta la consumación de los siglos”.
Al punto aquel hombre sintió que andaban sus pies sin que él se haya movido ni pudo retenerlos, y desde entonces andó sin nunca pararse, y andará hasta la consumación de los siglos para que se cumpla la maldición de Dios, que sobre sí se trajo.
Conoció este desgraciado hombre que sufría un castigo del cielo por la dureza de su corazón y por aquella palabra tan cruel de anda, anda, que arrojara a la faz del maltratado inocente que le pidió descanso, y se arrepintió con el alma de lo que había hecho, y empezó a llorar su culpa y a desesperarse: así anduvo has-ta que al año, el Viernes Santo, a las tres de la tarde, se le apareció en lo más lejano de los horizontes, entre los elementos y celajes, un calvario con tres cruces. Al pie de la más alta, que era la de en medio, hallábase una señora tan hermosa como afligida, tan afligida como mansa. Esta señora volvió su cara descolorida y llena de lágrimas hacia él, y le dijo: Juan, espera en Dios.
Entonces el infeliz sintió un consuelo muy grande, y con más ánimo siguió andando y andando sin parar durante años y siglos, y cuando se ve tan solo y desconocido de las generaciones que ve surgir y caer, cuando ve sus amigos muertos, su estirpe extinguida, su tierra que fue la del Dios de Israel, en poder de los moros, su pueblo maldecido, desparramado, despreciado, con una señal en el rostro como Caín, se acongoja y desfallece su corazón. Pero vuelve el tiempo de la Pasión y con él el Viernes Santo, y a las tres se le reaparece el Calvario en los lejanos horizontes y la señora, que con su dulce voz le dice:–Juan, espera en Dios.–Entonces recobra la esperanza y con ella el ánimo para cumplir su condena, y entonces vuelve a andar sin nunca detenerse, por lo cual le nombran Juan, espera en Dios, el Judío errante.
Portada de HOY |
1 Dólar: | 6.96 Bs. |
1 Euro: | 7.96 Bs. |
1 UFV: | 2.22752 Bs. |
Impunidad |