Mucho se dice sobre campañas de interdicción en cuanto al negocio de las drogas alucinógenas; hay conciencia en todos los países sobre los inmensos daños que causa a la humanidad el tráfico de drogas; se sabe que la economía sucia del narcotráfico daña no solamente la moral sino la condición económica de los países; se hace mucho escándalo cuando se descubre a personas implicadas no solamente en la producción y comercialización de drogas sino en el mismo consumo; se crea tabús en contra de quienes consumen narcóticos de todo tipo y, en fin, la producción, comercialización de drogas alucinógenas convulsiona a la humanidad y no le deja espacios para dedicar tiempo y recursos a obras que impliquen mejorar la vida de los pueblos; sin embargo…
Pese a todo lo malo que es el negocio de las drogas, poco o nada se hace por reprimirlo, evitarlo y combatirlo porque, innegablemente, este negocio resulta, en resumidas cuentas, uno de los más grandes, en el que están sumidos tanto los países ricos como los pobres, ya que, de una u otra manera, parece que tratan de sacar ventajas a una actividad ilícita tan letal y que es causante de millones de muertes y, además, destructora de virtudes, valores y principios.
Está comprobado cuánto daño hacen las drogas al ser humano y también se ha probado que deterioran las condiciones de confianza y fe en las personas, que sufren todo tipo de susceptibilidades porque parecería que nadie es ajeno al contagio, directo o no, de la acción del narcotráfico. Países productores de drogas -morfina, “crack”, cocaína, “cielo chino” y muchas otras que abundan en los mercados- como una mayoría de los asiáticos, caso de China, naciones del África, Sudamérica, como Colombia, Perú y Bolivia, son objeto de control y vigilancia por parte de organismos internacionales como Naciones Unidas. Estados Unidos, un país que hasta hace por lo menos veinte años fue el mayor consumidor de alucinógenos, está empeñado en combatir el mortal negocio y es así como la DEA ha diversificado su lucha en contra de todo lo que significa producción, tráfico y consumo de drogas, aunque, en algunos países como Bolivia, se ha prescindido de su acción directa alegando que significa “intromisión en cuestiones de dignidad nacional”.
Pese a las reticencias, susceptibilidades y desconfianzas que puedan inspirar organizaciones destinadas a combatir al narcotráfico, es preciso aceptarlas y cooperar con ellas; de otro modo se corre el riesgo de contaminar a todo el mundo y hacer que el vil negocio se convierta en parte fundamental de las economías. Esas organizaciones pueden, dada su capacidad y poder de organización e investigación, descubrir cómo la corrupción es parte fundamental del negocio del narcotráfico, porque sin personas alejadas de las leyes y sometidas por la tentación del dinero que permiten el negocio, disminuiría el letal tráfico, aunque siempre encuentre medios para no cejar en su acción de invadir a todo el mundo.
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