Irán
Sarpul Zahab (Irán).- Los familiares de los fallecidos en el seísmo de Irán acudieron ayer a los cementerios, como marca la tradición en el primer jueves tras los decesos, para llorar y despedirse de sus seres queridos.
Entre las tumbas, todavía cubiertas de tierra y sin lápidas, del cementerio de la localidad de Sarpul Zahab, numerosas familias deambulaban pesarosas y aún desconcertadas por la tragedia sufrida.
«Nosotros perdimos a mi padre, se fue toda su vida. Él, su casa, su coche, todo quedó bajo los escombros», se lamentó Farshad Habibi Zadeh, de 30 años, junto a la tumba de su progenitor.
Zadeh explicó que cuando se registró el terremoto en la noche del domingo él había llevado a su madre al hospital, por lo que su padre era el único que estaba en la vivienda, ahora destruida.
LUTO
«Estamos sin ánimo. Toda la gente está de luto, no solo en Sarpul Zahab, sino también en Yaberí y Ghasr Shirin», afirmó el joven citando otras de las poblaciones de la provincia de Kermanshah asoladas por el seísmo. Un total de 530 personas murieron y 7.000 resultaron heridas en el terremoto del domingo de 7,3 grados en la escala de Richter, según las últimas cifras oficiales.
Zadeh, acompañado de varios familiares, encendió velas sobre la tumba, a cuya cabecera se sentó la madre, quien no pudo controlar ni un momento los sollozos mientras recitaba cantos del Corán.
CEMENTERIO
Esta familia llevó al cementerio unas manzanas, lo único a su alcance para ofrecer a quienes se acercaran a honrar al padre debido a la crítica situación que atraviesan.
Del mismo modo, otras familias tuvieron que conformarse con recibir a aquellos que vinieron a darles el pésame en la entrada de una precaria tienda de campaña.
La costumbre en Irán es ofrecer té y dátiles en estas ocasiones, pero con las casas destruidas la mayoría no pudieron hacerlo, como los allegados del transportista Hosein Mohamadpur, de 53 años.
«Cuando fuimos al entierro fue muy triste porque todas las casas estaban destruidas y la familia no pudo ni ofrecer un té a los invitados», comentó este hombre, que perdió en el terremoto a sus tíos y sus primos.
SEPELIO
Muchos lamentaron también no haber podido hacer ni un buen sepelio a sus familiares. Algunos de los fallecidos fueron enterrados con sus propias ropas y no perfumados y envueltos en la mortaja blanca conocida como «kafan».
A las poblaciones afectadas por el seísmo siguió llegando en esta jornada la ayuda a los decenas de miles de damnificados, instalados muchos de ellos en tiendas de campaña o durmiendo a la intemperie pese a las bajas temperaturas nocturnas.
Además del Gobierno, están involucrados en el reparto de ayuda el Ejército, los Guardianes de la Revolución, la Media Luna Roja y numerosos ciudadanos que en sus propios coches o camionetas llevan medicamentos, alimentos y mantas.
ALCALDE
El alcalde de Kermanshah, Arash Rezai, informó ayer a la televisión estatal de que el miércoles fueron repartidas más de 700 toneladas de cargamentos donados, incluidos alimentos, ropa y muebles.
Los damnificados están muy agradecidos a sus compatriotas pero se quejan de que el Gobierno no ha hecho lo suficiente para asistirles tras el siniestro y que, además, ha rechazado los ofrecimientos de ayuda del extranjero.
«¿Por qué no quieren la ayuda de otros países si no pueden darnos una tienda de campaña? Sí necesitamos esa ayuda», dijo con gran enfado el joven Kamran, mientras descargaba de una camioneta de un particular algunos alimentos.
EDIFICIOS
La reconstrucción de los edificios correrá a cargo de la Fundación de la Vivienda, que debe también proporcionar alojamiento temporal a los afectados.
El máximo responsable humanitario de la ONU, Mark Lowcock, visitará Irán entre los próximos 20 y 23 de noviembre, en su primer viaje al país persa. Además, el terremoto de Kermanshah es uno de los más graves que se recuerdan en los últimos años en Irán, país con una gran actividad sísmica que en el pasado causó decenas de miles de muertos. (EFE)
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