Luego de más de una década del proyecto socialista en Bolivia, seguimos en transición, según afirma un componente del Ministerio de Trabajo, de filiación comunista, integrante de las brigadas que andan alborotando los campos de Pando y Beni, para mostrar que el gobierno se ocupa de los trabajadores del agro. En un intento de balance, se puede afirmar que los perjudicados por el afán de la izquierda boliviana son los componentes de la clase media, es decir usted y yo, que hemos quedado huérfanos en un país donde es obligatorio ser campesino para tener derecho a algo, ser indio para tener beneficios, o ponerse la camiseta de manera abierta para pasar a ser parte del nuevo invento de este tiempo, los movimientos sociales y su gobierno.
Este socialismo a la boliviana, muestra que lo que se criticaba a los anteriores gobiernos, básicamente la corrupción, es parte de nuestra idiosincrasia. Hace algunos años, un abogado que apareció en un puesto importante del Órgano Judicial por su devoción partidista al actual régimen, razonaba que era su tiempo, y me compartía la idea que el que no afana es un gil, como dice la copla del tango “Cambalache”.
Con una Constitución política aprobada a dedo o por rodillo, es evidente que los constructores no tenían idea de lo que hacían, y de repente la camisa de fuerza constitucional se convirtió en una prisión que les impedía perpetuarse en el poder.
El razonamiento es sencillo. El pueblo debe gobernar. Yo soy el pueblo hecho persona. Por tanto, yo debo gobernar. El argumento tiene lógica, pero el problema nuevamente es esa clase media que sólo entorpece el deseo de sana continuidad del régimen popular.
La gente no entiende que en este camino al socialismo el sendero no es luminoso, ya que aún es mal visto internacionalmente fusilar a los opositores, peor aun cuando se insiste en proclamar que los derechos humanos no son sólo un discurso sino que deben ser respetados, o caso contrario desembarcan los de la OTAN (los mariners pasaron a la historia) en nuestras playas desiertas del Beni, quedándonos sin dictador y sin caimán.
No ser indio ahora es un pecado, lo que ha llevado a los Maisman, Condorcet, y Plata, a volver por lo ya andado y recuperar sus Mamani, Condori y Colque, lo que muestra que en ser camaleones somos expertos.
Como los invitados de piedra en este banquete izquierdista son los de la clase media, qué mejor que perseguirlos con un gasolinazo disimulado, donde ya apareció un nuevo combustible que podrá ir subiendo hasta llegar al precio de un dólar por litro, como cuesta en el mundo real, y hacer desaparecer de una buena vez la gasolina subvencionada. Total, como repiten cual loros los supuestos comunicadores del cambio, el resto de la ciudadanía es la gente a pie, por lo tanto, no requiere gasolina.
Con este blanco del que hay que deshacerse, la clase media pandina y beniana es atacada por brigadas del Ministerio del Trabajo, que están recorriendo los campos, justo antes del periodo de elecciones que se avizora en los próximos dos años, notificando a todo aquel que no sea comunario y tenga en propiedad privada un pedazo de tierra, para “que registre su unidad productiva” y asegure a los peones, les dé salud, los afilie a alguna caja y presente cada mes sus planillas a las jefaturas de trabajo.
En breve, hasta las vacas tendrán carnet. De seguro que entre los que leen saldrán los voceros de siempre –corifeos del gobierno- a decir que ya era tiempo para que las normas de protección a los trabajadores sean aplicadas en el campo.
Usted que tiene su chaco, o su hacienda, o su lugar, sabe que si usted no es comunario no le regalarán vacas, ni semillas ni apoyo ni crédito ni tractores y que a lo máximo que llega es a tener un peón que ordeñe los pocos animales que su bolsillo pudo comprar.
Ni modo. Habrá que prescindir de esas personas y dejar que vayan a deforestar la Amazonia por un pedazo de tierra, ya que usted, clase media, es el enemigo jurado de este gobierno, que quiere verlo empobrecido, a ver si así se suma a los movimientos sociales y es uno más de los de a pie, que pueden llevar en andas al tirano de turno.
El autor es abogado.
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