Alberto Ostria Gutiérrez, que “sumó su calidad de brillante diplomático a la de destacado escritor”, según Roberto Prudencio Lizón (1), ha publicado, con motivo del Centenario de la Independencia Republicana, un artículo periodístico titulado: “La hora de meditar” (2).
En la nota, posiblemente pergeñada a vuela pluma, se refiere a diferentes aspectos de la realidad boliviana e incluye, entre estos, el tema del mar, con el subtítulo “La defensa nacional”, donde manifiesta:
“Al robarnos el mar, nuestros enemigos nos han dejado peor que sujetos con cadenas al granito de Los Andes: han pretendido enterrarnos vivos, nos han amurallado y, ¡qué lejos ha quedado así para nosotros el mundo! No podemos acercarnos a él. Ni física ni espiritualmente. Faltándonos el mar nos falta el gran camino que a todas partes lleva y por el cual de todas partes se viene”.
En estas líneas se advierte el ímpetu de la juventud de Alberto Ostria Gutiérrez. Los términos que utiliza condenan enérgicamente el enclaustramiento que recae sobre los destinos nacionales desde 1879. “Nos han dejado peor que sujetos con cadenas al granito de Los Andes: han pretendido enterrarnos vivos, nos han amurallado”, arguye.
Reafirma, asimismo, el sentimiento nacional relativo a la reivindicación marítima, al reiterar que “faltándonos el mar nos falta el gran camino que a todas partes lleva y por el cual de todas partes se viene”. Los argumentos políticos e históricos de aquella son de conocimiento de la justicia internacional hoy.
Sentimiento cívico profundamente enraizado en la mente y el corazón de la población boliviana. Y que se fortifica día que pasa, particularmente, en el seno de la gente joven, que anhela, ahora más que nunca, retornar al Pacífico.
Le dolía, como a todo boliviano, el enclaustramiento, que se ha constituido en una rémora para el desarrollo nacional. Por ello expresa su repudio a ese hecho, manifestando que nos robaron el mar nuestros enemigos.
Y preocupado por el destino nacional, ha invocado a la unidad nacional. “En este punto, escribe, sólo debe haber bolivianos unidos en un todo indivisible. La codicia extranjera no duerme. Hay canallas que afirman ya la existencia de dos Bolivias: la Bolivia Boliviana y la Bolivia Chilena. Esta última es -lo habéis oído hace poco en una entrevista periodística- la región de nuestras minas”.
Posteriormente, en 1950, Alberto Ostria Gutiérrez, en su condición de embajador boliviano, ante la Moneda, en un intercambio de notas con el canciller del país vecino, Horacio Walker Larraín, recibió de éste la respuesta en sentido que su gobierno, “animado de un espíritu de fraternal amistad hacia Bolivia, está llano a entrar formalmente en una negociación directa destinada a buscar la fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al océano Pacífico y a Chile obtener las compensaciones que no tengan carácter territorial y que consulte efectivamente sus intereses”.
En suma: ha transcurrido más de 90 años desde que Alberto Ostria Gutiérrez publicara “La hora de meditar” y el conflicto entre Bolivia y Chile sigue.
(1).- Roberto Prudencio Lizón: “Don Alberto Ostria Gutiérrez: Un diplomático de altura”. Ultima Hora, La Paz – Bolivia, 15 de diciembre de 1996.
(2).- Alberto Ostria Gutiérrez: “La Hora de Meditar”. El Diario, La Paz – Bolivia, 6 de agosto de 1974.
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