Corría julio de 1520 cuando una tribu de aztecas, ávidos de derramar la sangre de los conquistadores que acababan con su pueblo a espada y arcabuz, capturó una caravana que provenía de Veracruz con más de 550 personas. Una buena parte de las mismas eran españoles que acudían a reunirse con Hernán Cortés en Tenochtitlán, la capital de este imperio americano.
Los nativos fueron sumamente crueles pues, en los meses siguientes, sacrificaron a hombres, mujeres y niños a sus dioses de formas impensables para pedirles que expulsaran a aquellos monstruos barbudos de su hogar. Según las crónicas, todos murieron.