Clepsidra
Deben ser muy pocas, sino raras, las entidades que como la Policía Boliviana veneran con tanta unción a una deidad, como la Virgen de Copacabana, al punto de honrar su nombre y erigir su imagen en todos los espacios de esa Institución a nivel nacional, desde el Comando General, hasta su última dependencia.
Es así que hace un tiempo, llamó nuestra atención la demolición de uno de sus más importantes establecimientos, como es el caso de la “Clínica Virgen de Copacabana” situada en el barrio de Sopocachi, bajo la promesa de construir en breve una nueva, obra que hasta la fecha no se ha iniciado todavía, pese al enorme vacío que ha dejado el antiguo nosocomio, ya que se trataba del único con el que contaba la Institución del orden para atender a cuarenta mil elementos activos entre jefes, oficiales, clases, subalternos, policías y jubilados. Ahora estos efectivos deben acudir al Hospital Obrero para su atención, con una significativa diferencia en el servicio que se les prestaba hasta la fecha.
Por su parte, es necesario recordar que hasta personal civil ha recalado en las instalaciones de la Clínica de Carabineros en procura de atención y ayuda, en especial, cuando fueron víctimas de los enfrentamientos que menudean en la sede de gobierno.
Antes de desvestir un santo, para vestir otro, como dictaban nuestras abuelas, creemos que lo lógico habría sido construir primeramente el nuevo hospital y una vez concluido éste, proceder a remodelar el antiguo o simplemente venderlo para cubrir parte de los gastos realizados. Empero, este caso nos da el suficiente material para recordar que la Policía Boliviana, una de las instituciones que nace con la República (24 de Junio de 1826) y su característica es estar muy cerca del pueblo, precisa tener mayor atención y apoyo, especialmente para el cumplimiento efectivo de sus tareas encomendadas por la Constitución, tales como la Seguridad Ciudadana a nivel nacional, departamental y provincial.
La politización de la policía; el deterioro de sus centenarias infraestructuras, con riesgo de colapsar en todo el país; la carencia absoluta de medios tecnológicos que la equiparen con otras instituciones de la región; la carencia de un Seguro de Invalidez para aquellos efectivos que ofrendaron su seguridad por cuidar la nuestra; y sueldos de hambre que les impiden cumplir digna y eficientemente sus labores específicas, relegan a nuestra institución del orden a los últimos puestos del continente.
Para colmo de sus pesares se coloca sobre la mesa, como absurdo tema de discusión: “si los policías deben o no cuadrarse al saludar a los militares”. A nuestro entender, lo que se debe cuadrar primeramente son las cuentas y bajo el lema: “Contra el mal, por el bien de todos” enmendar todas las deficiencias citadas anteriormente, y así evitar roces insubstanciales con las Fuerzas Armadas, con la ciudadanía y ¡ojo! con la Virgen de Copacabana.
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