El principio que rige mundialmente es que en un país libre, soberano e independiente, todos deben tener libertad y nadie, por diferencias que tenga en razón del poder que ejerza, puede condicionar, prohibir, coartar, reprimir o restringir ese bien importantísimo que muchas veces ha sido mancillado por regímenes dictatoriales y totalitarios.
En países donde se han restringido las libertades, empezando por la libertad de expresión que es la vigencia de la prensa, la radio, la televisión y la comunicación alternativa, pese a publicitarse su vigencia plena, el ser humano se encuentra postergado, humillado, controlado y condicionado a la voluntad de quienes mandan o disponen atenidos a que utilizan el derecho de la fuerza conculcando y suprimiendo la fuerza del Derecho que es la vigencia de la Constitución y las leyes.
Los pueblos que han perdido su libertad, prácticamente lo han perdido todo porque viven supeditados a la voluntad de quienes disponen de poder. Esos pueblos viven avasallados o sea convertidos en siervos o esclavos de la voluntad tiránica de quienes los sojuzgan. Esto es lo que parece se pretende tenga vigencia en Bolivia. Las muestras son claras y definitivas, son mostradas y publicitadas de muchas maneras porque se cree, lamentablemente, que la democracia es sinónimo de dominio, un dominio respaldado por las armas y por la acción de partidarios que mediante intrigas y acciones de áulicos que disfrutan del poder, deben imponerse.
Todo lo que se diga sobre la libertad y la pretensión de violentarla, viene al caso del ex–Presidente Constitucional, Lic. Carlos Mesa G., prestigioso historiador, escritor y periodista que ha recibido en su hogar al Encargado de Negocios de la Embajada de EEUU, que acompañado de dos funcionarios de esa representación diplomática visitó al ex–mandatario en marcos de libertad que tiene y fue recibido con la libertad y derecho que tiene el Sr. Mesa, seguro de que nadie puede controlar o vigilar esa visita y menos imponer la obligación de informar sobre lo tratado en el encuentro.
Hay que entender que, por principio y dados los antecedentes intachables del ex–Presidente, como de los diplomáticos en cuestión, ninguno lo hizo con miras a “preparar nada contrario a las buenas relaciones, al respeto que merecen las autoridades y, mucho menos, para apoyar candidatura alguna”; en síntesis, lo hicieron por amistad, cordialidad y para despedirse. A propósito de acusaciones ajenas a la verdad, igualmente cabría decirse de algunos periodistas y analistas que fueron recibidos por el Encargado de Negocios estadounidense y no puede alegarse razones subalternas o contrarias a principios fundamentales de respeto y consideración porque el diplomático lo hizo por amistad. Todo ello no puede ni debe considerarse contrario a normas honestas y dignas, porque son encuentros que enaltecen a ambas partes.
Ante las interpretaciones arbitrarias que se hizo en niveles gubernamentales sobre lo ocurrido, el ex–presidente Mesa expresó: “Es una muy mala noticia para el país que el primer mandatario, en un discurso público, diga que espía a sus compatriotas y que, además, convierte en una acusación carente del más mínimo fundamento un encuentro legítimo e incuestionable, como las decenas de reuniones de esta naturaleza que he realizado con representantes diplomáticos y de organismos multilaterales acreditados en Bolivia dado precisamente mi carácter de ex–Presidente Constitucional de Bolivia y representante oficial de Bolivia para la Demanda Marítima”.
Creer que todos deben rendir cuentas y hasta pleitesía al poder político del país, es llegar a extremos en que se niega libertad a quien tiene en su favor el haber sido Presidente Constitucional de la Republica que, en su pleno derecho sostiene reuniones, da conferencias y charlas, expresa sus puntos de vista, aprueba o critica lo que hace el poder constituido; sostiene conversaciones con personas y personalidades nacionales y extranjeras y cambia ideas y criterios sobre la situación nacional e internacional.
Por todo ello, solamente cabe reiterar que en un país libre todos debemos ser libres mientras nos sujetemos a la Constitución y las leyes, y nadie, por poderoso que se sienta, puede limitar, condicionar y prohibir esa libertad. Creer lo contrario, es vulnerarla y atentar contra los derechos humanos.
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