I
Cuando el partido de Lenin llegó al poder en 1917 se encontró, finalmente, con la dura realidad que no consideró en sus teorías. Confesó después, en 1921, que “llevados por una ola de entusiasmo, después de despertar en el pueblo un entusiasmo al principio político y luego militar, calculábamos realizar directamente, sirviéndonos de ese entusiasmo, tareas económicas de la misma magnitud que las tareas generales y militares. Calculábamos –o quizá sea mejor decir: suponíamos sin haber calculado suficientemente- que con organizar al modo comunista, en un país de pequeños campesinos, la producción estatal y la distribución estatal de lo producido. La vida nos ha hecho ver nuestro error”. El caudillo comunista planteó entonces un viraje.
El nuevo régimen debía dictar medidas adecuadas para el momento para sobrevivir y esas medidas no fueron socialistas ni comunistas, sino capitalistas, con la idea de que después se iría a los grandes objetivos.
En efecto, al chocar contra una determinada realidad, y sobre una serie de conclusiones, lo primero que hizo Lenin fue dictar medidas capitalistas. En forma más concreta lo que hizo el nuevo gobierno fue la revolución democrático-burguesa. El mismo Lenin confesó (agosto, 1921) “¿Era entonces burguesa la revolución? Por cierto que sí, por cuanto nuestro objetivo final era dar cima a la revolución democrático-burguesa, por cuanto no había aún lucha de clases en el seno del “campesinado”. (Citado en “Nuevos tiempos y viejos errores bajo una nueva experiencia”).
Lenin creyó poner las “bases” para la “revolución proletaria socialista”, pero se enfrentó con nuevos problemas y “retrocedió” hasta firmar la paz de Brest, pacto que “ha sido un modelo de acción absolutamente no revolucionaria, sino reformista e inclusive peor que reformista, puesto que ha sido una acción regresiva, en tanto que las acciones reformistas, por regla general, avanzan lenta, cautelosa y gradualmente, pero no retroceden”, actitud que trató de justificar explicando “Nosotros pactamos” entregando al expoliador parte del patrimonio para salvar el poder de los obreros…”. (Ibid).
El caudillo explicaba que la revolución enfrentaba graves problemas, observó que “el proletariado estaba desclasado, es decir descarriado de su línea de clase. Las fábricas están paradas, el proletariado debilitado, disperso agotado”…. “Nuestro enemigo es la rutina en el plano económico, en un país de pequeños campesinos, con la gran industria arruinada. Nuestro enemigo es el elemento pequeñoburgués que nos rodea como el aire y penetra con mucha fuerza en las filas del proletariado”. (Ibid).
La revolución había avanzado, pero los peligros seguían siendo grandes y, debían hacerse nuevas concesiones. De esa difícil situación se salió trabajosamente, pero para caer en otras tan graves o peores que las anteriores, por lo que debió adoptarse nuevas medidas, en especial combatir a la pequeña burguesía a la que Lenin consideró más peligrosa que la burguesía y le lanzó las más duras críticas.
Agobiado, aunque sin perder el optimismo, Lenin se enfrentó también a la división de su partido, que lo acusó de “virar al capitalismo”, acusación que le hizo perder estabilidad que le costó mucho dominar, aunque solo confiando en la clase obrera y haciendo nuevas concesiones.
Después de grandes dificultades, la recién nacida revolución rusa se encontraba en medio de grandes problemas y estaba en situación poco menos que desesperada, como reconoció el mismo Lenin, por lo que decidió pedir una tregua, y señaló: “Sin una determinada “tregua” no habrá fuerzas nuevas; no crecen sino lentamente; si no es en base a la gran industria restablecida (es decir hablando más exacta y concretamente, en base a la electrificación), no tendrán de dónde surgir”.
Socavaban los cimientos del nuevo régimen los llamados mencheviques y anarquistas y pidió hechos y no frases y Lenin lanzó una ofensiva contra los provocadores izquierdistas que predicaban las frases revolucionarias, “que son incapaces de pensar y lanzar palabras al viento”, que se limitaban a declamaciones y “descendían hasta una frase huera”. El nuevo régimen se vio, pues, obligado a dar varios pasos atrás, aunque sin perder la cabeza y sin caer en pánico.
Finalmente se produjo la tregua haciendo más concesiones que Lenin definió diciendo: “Seremos más modestos al definir las tareas; haremos más concesiones, por supuesto, dentro de los límites de lo que puede conceder el proletariado”. Y decidió poner en aplicación el capitalismo de Estado.
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