BBC.- Era el entretenimiento perfecto durante las cenas organizadas por aristócratas a principios del siglo XIX en Europa.
Bastaba con acercar una antorcha pequeña (o cualquier otra fuente de ignición) a un polvo blanco que se colocaba sobre la mesa.
Al instante, y como por arte de magia, se empezaba a formar lo que parecía una culebra que crecía, crecía y seguía creciendo.
Era de una textura esponjosa y frágil, blanca por fuera y negra por dentro.
Los invitados terminaban absolutamente fascinados, y el anfitrión, quedaba muy bien.
Era la consecuencia de una reacción química generada por un compuesto inorgánico llamado tiocianato de mercurio, que además de contener ese elemento de la Tabla Periódica, tiene carbono.
Su popularidad disminuyó, sin embargo, cuando los efectos nocivos del mercurio empezaron a evidenciarse.
“El compuesto se envolvía en papel y muchas personas pensaban que era un dulce. Se lo comían y se enfermaban gravemente”, le explica a la BBC el químico Tom Miller, del University College of London (UCL).
Y añade: “Una consecuencia secundaria del proceso es la liberación de vapor de mercurio y otros gases tóxicos”.
LOS ORÍGENES
La reacción química del tiocianato de mercurio se documentó por primera vez alrededor de 1820.
El descubrimiento de la propiedad que permite que la serpiente del faraón surja se le atribuye al químico alemán Friedrich Wöhler.
“Se trata de una reacción química ‘encantadora’ porque inspira fascinación”, le dice a la BBC Andrea Sella, profesor de química inorgánica de UCL.
Y es que un centímetro cúbico de tiocianato de mercurio puede transformarse en 20 o hasta 30 centímetros cúbicos. “Su volumen puede llegar a ser 100 veces su tamaño original”, indica Miller.
APLICACIONES PRÁCTICAS
Lo que se puede obtener a partir de la reacción química del tiocianato de mercurio es prometedor para los científicos que se dedican a la nanotecnología.
Es el caso de Miller, quien espera descubrir la fórmula para fabricar materiales futuristas que podrían cambiar nuestras vidas de manera radical a partir del entendimiento del proceso químico del tiocianato.
Pero el camino a recorrer puede ser complicado.
“Técnicamente es un reto porque hay otros compuestos menos tóxicos que generan una reacción similar, pero la energía y la rapidez que se presentan con el mercurio, no se ha podido replicar”, concluye Sella.
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