Al rizoma se lo entiende como una raíz distinta, una raíz rara en relación con las comunes, entonces una universidad rizomática es aquella que no depende de una autoridad central, con una estructura sumamente desconcentrada de redes y de nodos, es decir, no de dependencia sino de interdependencia, con la aspiración teleológica de independencia. El lector se interroga sobre el porqué de la sugerencia de cambio en pos de formar profesionales humanistas; la respuesta es la realidad de que muchas universidades están dirigidas por los administrativos, no por los docentes ni investigadores, menos por los científicos.
Con esa primera característica se propugna al logro de un progreso moral de la humanidad, pues los estudiantes ya no serían dirigidos a un progreso técnico de la nación, sino al progreso moral de la misma. Con ello se infiere que la función de las universidades ya no sería fundamentalmente formar profesionales en las diferentes ramas, sino formar humanistas, sujetos capaces de educar moralmente al resto de la sociedad, entendido esto último como la acentuación en los saberes de la humanidad no en los saberes teóricos.
De lo precitado decantan dos tipos de universidades, caracterizadas por el primer metarelato que estructura a la universidad científica y el segundo metarelato que fundamenta a la universidad humanística. Ambos conocimientos favorecen la idea de que los conocimientos tienen jerarquías, especialidades y límites que marcan la diferencia entre unos campos del saber y otros, unas fronteras epistémicas (conocimiento), que no pueden ser transgredidas; unos cánones que definen procedimientos y sus funciones particulares.
Indudablemente el segundo elemento común es el reconocimiento de la universidad como lugar privilegiado de la producción de conocimientos. La universidad es vista u observada no solo como el lugar donde se produce el conocimiento que conduce al progreso moral o material de la sociedad, sino como un núcleo vigente de la legitimidad. En ambos modelos, la universidad rizomática funciona, más o menos, como el panóptico de Foucault, porque es concebida como una institución que establecerá fronteras entre el conocimiento útil e inútil, entre la doxa, que es la opinión y la episteme, que es la ciencia, entre el conocimiento legítimo, es decir que goza de validez científica, y el conocimiento ilegítimo.
Estos dos elementos comunes a ambos modelos pertenecen a las herencias coloniales del conocimiento y se inscriben, por tanto, en la estructura de la colonialidad, que resume y critica al colonialismo, al colonialismo interno y el neo colonialismo, pues lo colonial y el capitalismo se implican y se exigen.
Interesante y preocupante, con visión a las futuras generaciones de jóvenes, es reflexionar sobre la necesidad de un cambio para disciplinar el conocimiento como una postulación de la universidad de ámbito fiscalizador del conocimiento, de los saberes que reproducirían un modelo epistémico y moderno que significaría el punto cero, es decir la hybris. Entonces, debemos retrotraer a la genealogía, del modo como las ciencias comenzaron a pensarse después de 1492, pues en esa época emerge el paradigma epistémico que permanece intacto y hegemónico en nuestras universidades.
El autor es abogado corporativo, posgrados en Interculturalidad y Educación Superior, Conciliación y Arbitraje, escritor.
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