De acuerdo con el diccionario de la lengua española la palabra exprimir -en una de sus acepciones- significa “aprovechar al máximo la capacidad de una persona o cosa para obtener el mayor provecho posible de ella”, mientras que hastiar quiere decir “aburrir mucho”. Y vaya que en estos tiempos que corren, los ciudadanos de a pie virtualmente se sienten “exprimidos” y “hastiados” merced a situaciones, acciones, y hechos negativos que afrontan y soportan cotidianamente.
Por ejemplo, con solo mencionar impuestos -sea cual fuere su origen- y se anuncie modificaciones de los mismos, de las cuales para colmo el contribuyente llega a enterarse simplemente cuando las aplican, es obvio que sienta que lo están “exprimiendo”. Le sucede lo mismo al realizar otros trámites, donde siempre se le exige nuevas obligaciones con cánones insoslayables. Así, a un padre de familia, obligado a solicitar una copia legalizada (es una fotocopia) de cualquier certificado, le cuesta más de 25 bolivianos. Por ejemplo si requiere similar fotostática del título de bachiller, tendrá que cancelar la suma de 80 bolivianos; mientras que lograr el certificado por el extravío del documento militar le costará 100 Bs, fuera del largo tiempo que deberá aguardar para que le entreguen lo requerido, lo cual en otros países, entre ellos Colombia, lo hacen vía Internet y sin costo. Por donde se vaya, lograr tales fotocopias implica erogaciones que los ciudadanos asumen que no son otra cosa que “exprimirlos por simples papeles”.
También los “exprimen” los comerciantes, quienes libres de controles adecuados por parte de la autoridad, “aprovechan el pánico” y venden con los precios que les vienen en gana sus productos y mercaderías. Como una muestra digamos que hicieron su agosto vendiendo un limón hasta en un boliviano con cincuenta centavos, alegando “está muy caro el cajón de limones”. La colectividad conoce de sobra estos excesos en los que incurren tales mercaderes ante la ausencia de un ente que se ocupe de defender de veras al consumidor.
En cuanto a hastiar a la ciudadanía, en los últimos tiempos la urbe se ha convertido en un lugar donde se impone el caos, merced a las marchas, de cualquier sector, utilizando cientos de petardos y otros artefactos explosivos, que intranquilizan a la población y ponen los nervios de punta. Asimismo los ciudadanos están hartados de la verborrea politiquera diaria, sumándose a todo ello la creciente inseguridad en las calles. Exprimidos y hastiados caminamos, pues en estos días por esta Viña del Señor escuchamos a diario “noticias” sobre el lado más negativo y perverso del ser humano, que no trepida en cometer los actos más reprochables, pese a la existencia de normas “contra todo y contra todos”, que teóricamente iban a frenar “para siempre” toda contravención a la ley.
¿Alguien podrá legislar de manera seria al respecto, para que sean respetados los derechos de los demás y se imponga una convivencia civilizada?, ¿o será como pedir peras al olmo?
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