Unos pobres ciudadanos endeudados de tanta gratitud con S.E. por haber sido puestos a dedo como altos magistrados en las elecciones judiciales del 2011, no encontraron mejor forma de alegrar y honrar a su bienhechor que cometiendo la prevaricación más detestable de que se tenga memoria. Y no se trata de exagerar ni de escribir con el hígado, sino que esto ha sido lisa y llanamente un golpe de estado constitucional, donde los masistas y su jefe han quebrado la letra y el espíritu de la Carta Magna -mala pero impuesta por el MAS- y han abierto las puertas a una dictadura civil con participación militar que ya se veía venir. Esto significa que el Gobierno ya no tendrá paz.
Lo de la tarde del martes en Sucre, es el epílogo de una escalada política que tiene como fin acabar con aquella democracia que S.E. considera como “occidental”, lo que nos debería llamar a la reflexión, porque las democracias orientales, con algunas excepciones, son satrapías o farsas. Pero, además, S.E., siempre asesorado por sus segundones, ya dio a entender que había que poner coto a la democracia donde las minorías tuvieran presencia.
Según sabemos, el lunes hubo un gran ajetreo de jerarcas masistas en Sucre, que iban y venían con la encomienda de asegurarse de que los patéticos magistrados no defeccionaran a último momento, ya fuera por la presión popular o por su propia conciencia que a alguno pudo hacer flaquear. Pero el plan para borrar su derrota en el referéndum del 21 de febrero del año pasado, siguió su marcha. Ya S.E. había mencionado eso del “segundo tiempo” que puso en duda el resultado de la consulta popular. Además, los diestros en temas constitucionales que están junto a la oreja de S.E., ya le habían dicho que existían maneras de anular los resultados del 21-F, que había cuatro fórmulas que podían burlar la letra constitucional. Finalmente hubo una mente fría y determinante que inclinó la balanza hacia el atropello a la Constitución; ni vueltas ni nada: sencillamente interpretar el artículo 168 y otros con una explicación baladí sobre un convenio internacional que lo pusieron como comodín por encima de la Ley de Leyes.
Uno de los torturados personajes de Dostoyevski hace notar que si Dios, garantía de libertad y de bien, no existe, todo está permitido. Es decir que sin Él no hay razón para vetar ninguna conducta porque ya no se discrimina entre lo bueno y lo malo. Ahora nos preguntamos: ¿si la Constitución no existe, todo está permitido? Porque si la Constitución ha dejado de existir por atropellos vulgares del Ejecutivo, ¿por qué los opositores tienen que ser fieles cumplidores de sus normas? El Gobierno ha roto el velo que cubría ese respeto casi religioso con que se contemplaba la Carta Magna y ahora esas son unas hojas inservibles porque se las puede interpretar al gusto de cualquiera. Es decir que se acabó el orden constitucional y a partir del miércoles pasado todo se permite, para el Gobierno y para el pueblo opositor. Ya somos una nación sin ley.
Mientras tanto no hay que ser cómplice eligiendo en las urnas más magistrados venales como los que conforman el Tribunal Constitucional, que han provocado un caos de alcances impredecibles. La trampa masista ya está armada para el domingo, pero igualmente hay que votar nulo.
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