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En las horas que siguieron a la decisión del Tribunal Constitucional que dio luz verde a la pretensión cuadrielectoral del presidente Morales, la Bolivia que mostraron las redes sociales fue la de un volcán en erupción. El contraste con lo presentado por gran parte de los medios escritos, los medios radiotelevisivos exhibieron fuerza al presentar imágenes y sonido de lo que ocurrió en esas horas y dejaron distantes a los medios escritos. La mayoría de los medios impresos fracasó en retratar el estado de ánimo que prevaleció en Bolivia tras el anuncio del TCP. Era una tarea esencial para medios que solo pueden competir con los audiovisuales con la calidad de sus descripciones. No hubo entrevistas a manifestantes ni a gente presente en las calles capaces de ilustrar ese estado de ánimo para quien no hubiese sido testigo directo de lo que ocurría. El caso podría ser objeto de estudio en las escuelas de comunicación para atisbar cómo se informó al país sobre una cuestión sensible y fundamental de la vida nacional. Podría ser también motivo de autocríticas en los medios impresos interesados en mejorar la calidad del producto que entregan a sus lectores.
Miles de mensajes fueron transmitidos entre grupos con repudio a la decisión del tribunal de cinco miembros que rige las leyes nacionales y que, por extraordinario que parezca, había concluido su mandato quinquenal semanas antes del fallo. La decisión del TC, basada en una extraña prevalencia de derechos que confiere al supuesto “derecho humano” del presidente un valor superior al de toda la comunidad, dio lugar a una circulación asombrosa de protestas ciudadanas, visibles y audibles en las pantallas de teléfonos celulares, demostrativas del ánimo prevaleciente. Nunca se vio en las redes sociales que una institución suprema tuviese la voz tan desprestigiada ni tan abrumada por la desconfianza del público, ni que el público recibiera con tanto desagrado la idea reeleccionista. Una de las imágenes que más me impresionó fue la de un ojo juvenil cubierto por los colores de la tricolor nacional y una lágrima espesa que se descolgaba desde una de sus esquinas.
Cuando fue anunciada la decisión del tribunal favoreciendo la reelección sine die, el prestigio de ese organismo ya estaba reducido a niveles equivalentes a la votación menor a diez puntos porcentuales con la que sus integrantes fueron designados. Algunos no lograron ni el 5% de los votos emitidos en 2011. La decisión tomada esta semana condujo a un terreno minado sin salida. El estado de ánimo que emergió de tal decisión parecía llamado a presentar facturas en los comicios de este domingo por parte de un electorado que ya había perdido confianza en la administración de justicia.
Los observadores creen que el pronunciamiento puede llevar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos a esclarecer la pretensión de que la reelección se encuentra entre los derechos supremos de algunos ciudadanos. La luz verde que la aspiración reeleccionista recibió del TC parecía una ironía y estaba abierta a la especulación cuál será la reacción del gobierno y de los magistrados postulantes al voto que emerja de esta jornada.
El fallo tuvo de inmediato algunas consecuencias. Una de ellas fue plantear un desafío para los críticos del reeleccionismo y obligarlos a buscar caminos unitarios. Otra puede ser obligar al gobierno a prepararse para enfrentar las críticas internacionales, que vendrían a apoyar la mano de una gran porción ciudadana contraria al reeleccionismo. Una muestra de la actitud que puede prevalecer en muchos países democráticos partió del pedido del Departamento de Estado estadounidense para que el gobierno respete la Constitución que él mismo proclamó en 2009, al igual que el resultado del referéndum que el año pasado votó contra el reeleccionismo.
Salvo un puñado de cancillerías, pocos países estarían interesados en apostar por la causa que enarbola el gobierno boliviano. En el hemisferio, solo Cuba, Venezuela y Nicaragua lucen dispuestas a suscribir el reeleccionismo verbalmente. Esta soledad podría expresarse mejor el momento en que Bolivia llegue a requerir de asistencia si entraren en juego causas aún mayores.
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