Israel Camacho Monje
Desde hace mucho tiempo se ha hecho costumbre en nuestro país que los familiares de las personas que han fallecido en hospitales públicos o clínicas particulares, denuncien a los médicos por “negligencia médica”, manifestando que sus seres queridos, aquejados de molestias o dolencias presentadas intempestivamente, habían ingresado caminando a esos centros de salud, para recibir los tratamientos médicos correspondientes, pero al cabo de un corto tiempo, eran sacados en camilla en estado inconsciente y que con el pretexto de no contar con el instrumental médico apropiado para tratamiento les sugerían su traslado a otro hospital mejor equipado. Y cuando el enfermo había fallecido, decían que no había podido responder al tratamiento de urgencia que se le hizo.
Seres queridos que al presentar los primeros signos de molestias y dolencias, no fueron llevados de inmediato a consultorios médicos familiares, hospitales públicos, clínicas particulares o policlínicos de la Caja Nacional de Salud para sus exámenes médicos y tratamientos correspondientes. Por el contrario, fueron atendidos dentro de sus hogares, con medicamentos caseros, preparados artesanalmente por curanderos y, además, tomando la peligrosa e irresponsable determinación de automedicarse, al hacerles colocar inyecciones no recetadas por médicos profesionales. Y si bien, en algunos casos, les aliviaron momentáneamente el malestar o dolor, con el pasar de las horas fueron empeorando. Y sopesando la gravedad del estado de sus seres queridos que se debatían entre la vida y la muerte, recién sus familiares se vieron obligados a llevarlos de urgencia a algún centro médico, mintiendo sobre la gravedad de la salud del paciente, sus dolencias, ocultando la automedicación a la que fue sometido. Y dadas las complicaciones, apenas eran ingresados los enfermos, desgraciadamente éstos fallecían.
Tal situación es aprovechada por irresponsables familiares, tanto en el pasado como en el presente, para denunciar públicamente a los médicos por “negligencia médica”, y exigir el enjuiciamiento de los responsables.
El análisis de todo lo anterior nos demuestra que los verdaderos responsables de los fallecimientos de sus seres queridos han sido y son sus propios familiares, y que si se hiciera una investigación médica-forense que contemple la revisión del historial médico de los fallecidos, existente tanto en hospitales públicos, clínicas particulares y policlínicos dependientes de la Caja de Seguridad Social, con seguridad que quedaría demostrado que sus seres queridos fueron llevados a centros médicos ya en estado “agónico o a punto de fallecer”.
Investigación que ampliada a las personas fallecidas dentro de los hogares, también demostraría la culpabilidad de sus familiares, que no dudaron al declarar ante el médico forense, que sus seres queridos no tuvieron enfermedad alguna y su fallecimiento fue natural. Y, lamentablemente, en muchos casos esto no es verificado ni comprobado por los médicos forenses, ante el pedido familiar aparentemente “humanitario” de que no sean revisados los restos de sus seres queridos. ¿Qué lástima, verdad?
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