La palabra del Papa Francisco, desde su asunción a la silla de Pedro, siempre ha concitado la atención del mundo porque trata cuestiones inherentes al bien común y condena todo aquello que conspira contra la vida y seguridad de la humanidad. En días pasados, con motivo de celebrar la 1ra. Jornada de los Pobres en el Vaticano, condenó la indiferencia hacia los pobres del mundo. Se refirió especialmente a cristianos que son indiferentes al sufrimiento, angustias y necesidades de quienes soportan extrema pobreza.
Desde siempre, la Iglesia Católica ha llamado la atención de quienes poseen no solamente dinero sino posibilidades para atender las necesidades de pobres que, por carencia de trabajo, padecen urgencias de medicamentos, alimentos, abrigo y vivienda porque son millones los pobres del mundo, los que padecen hambre y enfermedades, los que sufren abandono por falta de vivienda, los que fueron abandonados por sus familiares y los que no encuentran medios de subsistencia.
Los Papas, sin distinción alguna, y muy especialmente desde el Papa Juan XXIII han llamado a la conciencia de los poderosos económicamente para que una parte de sus ingentes utilidades las destinen a aliviar la carencia de alimentos, que utilicen medios e investigaciones para encontrar vacunas y remedios para muchas enfermedades que no encuentran alivio y menos la posibilidad de ser superadas. La Iglesia, en muchos sitios del mundo, atiende con sus propios recursos hospitales y lugares de formación para especializar médicos que puedan aliviar el dolor de quienes padecen enfermedades y que, debido a la extrema pobreza, no encuentran medios para acudir a hospitales y clínicas en las que reciban la debida atención con la medicación precisa.
El Papa Francisco, consciente del papel que debe jugar la Iglesia, ha llamado a los cristianos del mundo para que no sean indiferentes ante la multitud de pobres que viven en todo el orbe, incluidos los países ricos y desarrollados que, por atender poderíos armamentistas, descuidan a sus propias poblaciones que viven sumidas en la pobreza.
Muchas veces la Iglesia, conjuntamente organismos internacionales, al analizar la situación de extrema pobreza de países del Cuarto Mundo, ha tratado de que se encuentre no solamente paliativos para remediar los casos de miseria sino para crear las condiciones precisas que permitan que esos pueblos alcancen, con el propio esfuerzo, condiciones para salir de estados patéticamente pobres; que los grandes centros tecnológicos contribuyan a que en las naciones pobres se ayude a que los centros educativos aprendan a usar tecnología y, con el tiempo, adquieran la suya y puedan crear riqueza y generar empleo. Lamentablemente, no siempre se ha encontrado la debida cooperación de quienes, pudiendo, nada hacen por ayudar a que esos pueblos alcancen mejores condiciones de vida. Hoy, más que nunca, la mayoría de las naciones podría hacer realidad el que no haya indiferencia para combatir a la pobreza.
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