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[Guillermo Torres]

De huayra levas y quelqueris, una práctica que no se pierde


Quienes han rasgado sus vestiduras ante el fallo del Tribunal Constitucional, que accediendo al deseo del primer mandatario le ha dado la posibilidad de ser reelecto de por vida, lo hacen dejando de lado una tradición alto peruana basada en un doctoralismo jurídico que permitió a nuestros abuelos llamar, despectivamente, a los abogados de Chuquisaca y de la futura Bolivia, huayra levas. Para entender lo que quiero expresar, es preciso rememorar cuando Bolivia era la Audiencia de Charcas.

Lejos de ser un punto comercial o de desarrollo agroindustrial, Chuquisaca, o La Plata, o la ciudad Blanca siempre fue el palacio de la formalidad, de la interpretación de la ley y el sitio donde los fallos judiciales podían ser transados y obtenidos.

En la colonia la actividad predominante oficial y reconocida de Charcas, era la de ser sede del tribunal de Oidores, y por lo tanto, el paraíso de abogados, tinterillos, pleitómanos y toda la fauna que en torno de la actividad judicial se procrea. Lejos de Lima y de Buenos Aires, que crecían al influjo de los negocios y del comercio, Chuquisaca era una ciudad de doctores en derecho, que vestidos solemnemente con levitas, dejaban sus faldones al viento, mereciendo el irrespetuoso trato de huayra levas, o en su traducción libre, levitas al viento.

Ya en la era republicana, a raíz del despojo del estado de las tierras comunales indígenas, la respuesta de los indios fue preparar sus propios abogados, o quelqueris, (amanuenses) que abandonando sus lugares de vida, partieron a las ciudades donde se ejercía el poder, a fin de combatir por las tierras comunales, con las mismas armas que los citadinos que las ambicionaban, es decir con las prácticas abogadiles (más que con el derecho), logrando de esa manera un dominio pleno de los vericuetos prácticos de la actividad leguleyesca.

Tenemos entonces un país basado en el pleito y en el otrosí de los memoriales, que dotaría de secretarios abogados a quien se hiciese del poder, a fin de legitimar lo que los hechos, la justicia y la realidad negaban.

Es en esa escuela que se forja el sistema judicial boliviano, y sobre todo los prácticos del derecho, antes plumarios y tinterillos, hoy tramitadores y procuradores.

Desde esa perspectiva, la afirmación del señor Morales, actual Presidente de estas tierras, tiene mucho de verdad y de razón cuando decía que poco le importaba la ley, ya que una vez hecho el desaguisado jurídico, mandaba a sus abogados a arreglarlo.

Esta diatriba contra la profesión de jurisperito, es citada como una garrafal metida de pata del conductor del país, pero la verdad histórica demuestra que es cierta la afirmación, no sólo de este mandatario, sino que fue la práctica por décadas en estos lares y lo sigue siendo en la actualidad.

Lejos del concepto de derecho y de justicia, el ejercicio de la profesión de abogado se ha basado en Bolivia en dar respuesta a las necesidades del poder para guiar a los gobernados por donde se quiera, con afanes de legalidad y proclamando el estado de derecho, sin importar lo mentiroso de estas palabras en relación con los hechos.

Como una disquisición o apartado, conocen ustedes, lectores, a los loteadores de tierras ajenas de La Paz, El Alto y Santa Cruz, que se manejan como peces en el agua en estos de leyes sobre inmuebles, registros de derechos reales, catastro, y todo lo necesario para dar visos de legalidad a lo que es robo de tierra ajena.

Muchos de esos tinterillos, quelqueris, liquichiris, y también abogados, son herederos de los huayra levas nacionales, expertos en crear la razón jurídica, pese a la sinrazón de facto.

No se puede negar que lo ocurrido hace poco en el Tribunal Constitucional es justamente el ejercicio de un legado de los huayra levas alto peruanos, que no deja de provocar una sonrisa a quienes hemos dedicado la vida al estudio del derecho, pese a las diatribas formales de los puristas, ya que en esa actitud del saliente Tribunal se refleja una manera de ser muy propia de estas tierras, sobre todo del collado. Sé que muchos claman y se mecen los cabellos por el fallo de la perpetuidad del gobernante, sin embargo no es menos cierto que lo heredado no se roba y en este país enclavado en la mitad de Sudamérica, ese juego interpretativo de la norma según el lado por donde alumbre el sol, es de antigua data, como ya lo hemos reseñado.

De seguro usted, lector, debe exigir pruebas, lo que demuestra su espíritu alto peruano y abogadil. Pero, si ese es el prurito que le cosquillea, le aconsejo que lea los fallos dictados por la Corte Suprema de Justicia respecto al derecho de los trabajadores del fenecido Lloyd Aéreo Boliviano a una indemnización. Verá ahí las mismas razones legales para justificar dos fallos contrapuestos.

Somos peritos en poner los números en la lógica judicial, pero somos magos cuando llega el momento de la suma, pues el resultado es impredecible, o al revés, totalmente pronosticable de acuerdo con el dueño del poder, que logra de ese modo ser el dueño de la verdad.

Este antiguo juego de las esferas judiciales de nuestro país, puesto en boca de todos y criticado en este coyuntura, podrá ser todo lo ilegal que se quiera, pero no se puede negar que es la práctica de más de una centuria de años, donde hemos logrado que el aforismo señale: “cuídate de la justicia boliviana”, afirmación que tiene plena razón de ser.

El autor es abogado.

 
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