La espada en la palabra
Se sabe que el gobierno de turno ha hecho alguna labor apreciable en cuanto a construcción caminera se refiere, pero también se sabe que no ejecutó obra de importancia alguna en lo acaso más significativo que un Estado incipiente como Bolivia requiere: educación para su afirmación nacional. Es como si los gobernantes que tenemos hubieran tenido una visión tan superficial y corta (materialista) que no se dieron cuenta de la importancia de la formación espiritual de que es menesterosa Bolivia.
El primer deber de los que se hallan a la cabeza de los asuntos públicos de un país es ver el suelo, la raza y el medio, y con esto queremos decir que deben ver las necesidades del conjunto de los elementos que componen el Estado.
La situación educacional (colegial y universitaria) de este país es en verdad deplorable desde el punto de vista de la infraestructura y de los insumos que tiene, o sea, en realidad, desde todos los puntos de vista. Esta situación no ha cambiado desde hace mucho tiempo, no ha cambiado, queremos decir, de una forma drástica y radical, como cambió, por ejemplo, en el gobierno de Montes, cuando la Reforma Educativa y la misión belga Rouma.
Todo esto abarca un grandísimo campo de estudio: el de la implementación de la pedagogía, cosa no resuelta aún hoy, cuando despunta el Siglo XXI. He aquí, señores políticos y pedagogos, el porqué del fracaso de la adaptación a las instituciones y al orden marcado por la ley. ¿Por qué no veis más allá, donde en realidad tienen su origen los problemas que padecemos hoy? En realidad, este mal de la inadaptabilidad al orden, que ya parece algo patológico de la raza, ha sido una constante en casi toda Latinoamérica. Haciendo quizá una generalización un poco crasa, en la despreocupación por la educación está la razón de lo que se está viviendo hoy: un escenario donde los caudillos, obcecados porque piensan que el poder es suyo, dado que son como mesías, no pretenden dejar el poder. Con todo esto queremos decir que el enfoque material de los gobiernos debe estar reservado para los países cuya fase de desarrollo ya es avanzada; los países pequeños y pobres deben primero enfocarse en los problemas espirituales y de cultura que le afligen.
Hoy todos tienen puesta la mirada en los asuntos políticos, que son nefastos, pero yo me atrevo a ver un poco más allá para saber por qué estamos como estamos. Junto con Oswald Spengler, quiero ver la historia como una simbología de elementos que quieren decir algo más de lo que muestran.
Hagamos, a ojo de pájaro, una revisión de nuestra conformación social y física en estos casi dos siglos de vida autónoma que tiene el país. Tan variada en geografías, Bolivia tiene potencialidades pero también debilidades que nacen de su orografía, y está únicamente en la educación el derrotero para la integración cultural y espiritual, para el afianzamiento de la nacionalidad, hoy menoscabada por el argumento estúpido de que somos varias naciones en una. Solamente la instrucción pública y privada podrán hacer de la occidental y la oriental una sola y misma cultura.
Es probable que salten para decirme que con tanto dinero recibido por nuestros recursos, bien se podría hacer escuelas y caminos, pero los buenos estadistas saben hacer una lista de prioridades para su Estado; echad una ojeada a los gobiernos de Alejandro, Napoleón, Churchill… La premisa gubernamental se resume en una frase: escuelas con buenos profesores primero (vinculación espiritual y cultural) y caminos y ferrocarriles después (vinculación física).
De todas estas cosas nace el imperativo de llevar a cabo una Reforma Educativa. Débese formular un sistema educativo nuevo, que integre y unifique saberes de todos los lugares del país, para amalgamar así un espíritu de identidad boliviana y nacional.
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