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[Raúl Alcázar]

1950 - La negociación marítima entre Bolivia y Chile

I

SANTIAGO, 20 DE JUNIO DE 1950

“De las citas contenidas en la nota que contesto, se entiende que el gobierno de Chile, salvaguardando al mismo tiempo la situación jurídica establecida en el tratado de paz de 1904, ha estado dispuesto a tener en cuenta en las negociaciones directas con Bolivia, la posibilidad de satisfacer la aspiración del Gobierno de Su Excelencia y los intereses de Chile.

En esta ocasión tengo el honor de informar a su excelencia que mi Gobierno será coherente en esa posición y, dentro de un espíritu de amistad fraterna hacia Bolivia, que está dispuesto a entrado formalmente en una negociación directa con el objetivo de encontrar el peso de la fórmula debe hacerlo posible conceder Bolivia un acceso propio y soberano al océano Pacífico y que para Chile para obtener una indemnización que no sea de naturaleza territorial y que toman en cuenta de manera efectiva sus intereses”.- HORACIO WALKER LARRAÍN, CANCILLER DE CHILE.

¿Imaginó alguien, que alguna vez leería una nota oficial, de un canciller chileno en cualquier época democrática de la historia de Bolivia? ¿Que Bolivia alcanzó semejante nivel en las negociaciones marítimas antes y unos años después de 1950, en gobiernos democráticos?

1943 – FRANKLIN D. ROOSEVELT

La gestión de este episodio del asunto marítimo boliviano comenzó cuando el gobierno estadounidense invitó al presidente boliviano Enrique Peñaranda a visitar a los EEUU en 1943. El canciller Tomás Manuel Elío y el embajador boliviano de entonces, Luis Fernando Guachalla Solares, en cuya gestión se compró la “Mansión Blanca” como sede de la embajada de Bolivia en Washington, asistieron a una extraordinaria reunión, donde el presidente Roosevelt sostuvo oficialmente que “No consideraba justo que el puerto de Arica tenga la tutela de un solo país y citó como ejemplo al puerto de Trieste en Italia. Que él creía que estos puertos -de ingreso a múltiples naciones- deberían internacionalizarse y estar bajo la administración de alguna forma de autoridad internacional, sin que el país que ostenta su soberanía, dejara de ejercerla”, en una coyuntura tan cautivadora que, de haber sido explorada con sagacidad por la diplomacia boliviana, podría haber tenido un final afortunado.

El memorándum norteamericano, firmado por el secretario de estado Cordel Hull, a ambos países, se lee así:

“El Gobierno de los Estados Unidos ha sido informado por S.E. el Presidente de Bolivia y su Ministro de Relaciones Exteriores, con ocasión de las conversaciones realizadas en la Casa Blanca el 5 de mayo próximo pasado, acerca del criterio con que su gobierno encara el problema de la mediterraneidad de Bolivia. Este criterio puede resumirse en los siguientes enunciados:

1.- Bolivia, fiel a su tradición de respeto a los pactos internacionales, no desconoce la legalidad del dominio territorial que Chile ejerce sobre la costa del Pacífico de conformidad con los tratados públicos que tiene suscritos.

2.- De otra parte, Bolivia mantiene sus legítimas aspiraciones a una salida soberana al océano Pacífico por territorio que posee Chile y las fundamenta en razones de orden político, económico y de justicia internacional.

3.- Bolivia propicia un entendimiento directo con Chile sobre bases que consulten las recíprocas conveniencias y los altos intereses de los dos países, sin propósito alguno de perturbar la armonía continental en la consecución de una salida soberana al mar”.

Y la respuesta chilena fue (como casi todas):

a) Que el Gobierno de Chile en todo momento está dispuesto con el espíritu más amistoso, a estudiar y considerar las demandas bolivianas que busquen mejorar el régimen de tránsito, actualmente existente, para las comunicaciones de Bolivia a través de territorio chileno;

b) Que siendo, a juicio del gobierno de Chile, satisfactorias las condiciones en que se desenvuelve aquel régimen de tránsito, sólo puede corresponder al gobierno de Bolivia la iniciativa de dichas conversaciones; y

c) Que el Gobierno y la opinión chilenas consideran que entre Bolivia y Chile no hay cuestión territorial alguna pendiente ni posibilidad de sesiones territoriales del segundo en favor del primero, toda vez que el Tratado de 1904 ha finiquitado, de modo permanente, esta clase de cuestiones entre los dos signatarios”.

La negociación quedó en el olvido, como en tantas oportunidades, pues limitaba todo entendimiento a la buena voluntad y la buena fe del gobierno chileno.

1945 – POR QUÉ LOS TRATADOS SON RECTIFICABLES

El 19 de abril de 1945, en la reunión preparatoria para la fundación de las Naciones Unidas, el senador norteamericano Arthur Vandenberg, jefe de la bancada republicana, sostenía en su enmienda que era posible la revisión de cualquier tratado entre naciones, que “El caso de Polonia comprendía también el caso de Bolivia” y creía por consiguiente que este país debería volver al océano Pacífico mediante negociaciones, las que tal vez podrán llevarse a cabo como resultado de su enmienda. El embajador Víctor Andrade Uzquiano (padre de doña Lupe Andrade Salmón, ex alcaldesa de La Paz) fue parte de la negociación. Por si alguno de nosotros lo durara, la enmienda Vandenberg (modificada con el tiempo) permite enmendar tratados firmados con anterioridad, y es parte del artículo 14 de la Carta de las Naciones Unidas.

 
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