En el curso del mes de noviembre y lo avanzado del que corre, el país en general y la ciudad de La Paz en particular, se han visto estremecidos por una ola de manifestaciones públicas, tanto en cantidad como en calidad, que han puesto en duda una afirmación oficialista, en sentido de que se está gozando de una idílica etapa de estabilidad.
Sin embargo, al contrario de las declaraciones de “paz, orden y trabajo”, lo que se observa en los hechos son huelgas, marchas, bloqueos, choques con fuerzas policiales, gases y toda clase de incidentes callejeros. En síntesis, una situación política de convulsión que sería reflejo de un mar de fondo no identificado, pero, a la vez, causa lógica que provoca un estado de cosas que no deja de alterar la tranquilidad popular.
El pueblo ha sufrido en últimas semanas un conjunto de hechos alarmante. En efecto, soportó una oleada de marchas y acciones de los estudiantes de la Universidad de El Alto (UPEA) que, lo menos que se puede decir, enloquecieron a la ciudadanía paceña durante quince días, con la amenaza de que se reanuden a corto plazo. La situación llegó mucho más allá. La presencia de los estudiantes de la UPEA, (que llegan a cerca de 50 mil) fue reprimida con gasificaciones y apresamiento de estudiantes y, además, con la perspectiva de que sus demandas no serían aceptadas.
Echando más leña al fuego, una serie de marchas agitaron no solo a la ciudad de La Paz sino a todo el país, en protesta contra el fallo del Tribunal Constitucional que se pronunció contra viento y marea a favor del resistido prorroguismo presidencial indefinido. Por si fuera poco, a esa crítica situación se sumó la posición de la Iglesia contra el fallo de dicho Tribunal, opinión que tuvo el carácter de un ucase que se reflejó en los fieles que asisten a las iglesias.
En forma paralela a ese ostensible descontento, el sector empresarial también hizo conocer su punto de vista contrario a la corriente política oficial, engrosando, en esa forma, el caudal de agitación social. Y por si no fuese suficiente, la crítica situación se convulsionó con los mítines contra el aborto, que agitaron aún más la corriente de protestas.
La lista sería de nunca acabar, pero para completarla bastaría hacer referencia a la inquietud causada por diversos sectores de la población en el interior del país contra el continuismo presidencial. Jóvenes, mujeres, obreros, campesinos, estudiantes, etc. se movilizaron en todas las capitales del país en notables acciones de masas.
Para cerrar con broche de oro tan poco optimista panorama social, solo queda citar la huelga de médicos que dura más de veinte días y cuya búsqueda de solución terminó en un diálogo de sordos entre las partes enfrentadas, todo lo cual confirma que una supuesta “estabilidad” social está aún muy remota.
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