Políticamente incorrecto
El presidente Evo Morales ha cosechado en su reciente tour el efecto contrario a su viaje de hace casi 12 años a Europa, cuando la opinión pública del viejo continente vio en él a un humilde campesino que reivindicaba su linaje por medios democráticos tras siglos de supuesta exclusión.
Hoy, los principales medios lo muestran como un hombre ambicioso, decidido a eternizarse en el poder y de tener actitudes dictatoriales. Atrás quedó el atuendo casual. El sencillo “jersey” a rayas -como reflejó la prensa española- ha dado paso a soberbios sacos diseñados por la desaparecida Beatriz Canedo, y cuyo costo por unidad orillaría los 500 dólares.
Ahora, la recepción a Morales por el “main stream” periodístico europeo ha ido de fría y distante a crítica, especialmente crítica. La entrevista televisiva que le realizó para France 24 el periodista Marc Perelman fue la manifestación más clara de que la mirada sobre Morales dista mucho de la que incluso quiso ver a principios de 2006 en el jefe cocalero a una versión andina de Nelson Mandela.
Perelman le dijo a Morales lo que nadie puede decirle en una entrevista en el Palacio Quemado: que repite argumentos de trasnochados, cuando no grotescos, dictadores africanos para disfrazar de obediencia al pueblo sus propósitos personales de perpetuarse en el poder.
Entre azorado e indignado por el “atrevimiento” -las preguntas periodísticas, con frecuencia, son un atrevimiento para el mandatario boliviano- del periodista francés, Morales se defendió diciendo que los dictadores llegan al poder por las armas y que él llegó por los votos.
Pero habría que recordarle, por ejemplo, que Alberto Fujimori llegó a la presidencia del Perú en 1990 por medio de elecciones libres y que se convirtió en dictador en 1992 sin solución de continuidad y sin necesidad de descerrajar una bala. Desenlace: Fujimori fue condenado a 25 años de cárcel por violar la constitución y las leyes, por ejercer la persecución política contra sus opositores y por reiterados actos de corrupción que, según fuentes independientes, le permitieron hacerse de una fortuna de 600 millones de dólares.
Al pisar Europa, ya esperaba a Morales una larga nota en el influyente El País de España titulada “Las trampas autoritarias de Evo Morales” y en la que el activista de los derechos humanos Javier El-Hague pone de manifiesto la razón por la cual Morales es cada vez peor visto en el mundo democrático: “En su última hazaña despótica, y tras perder un referéndum, el presidente de Bolivia ha recurrido al aparato judicial bajo su control para imponer la reelección indefinida”.
Cuando escribo estas líneas, Morales se prepara para ser recibido por el Papa Francisco en la Santa Sede. Según el gobierno boliviano, va con una agenda recargada, y tal parece que ella es una imposición de Morales en cuya confección poco ha podido intervenir el Pontífice argentino. Eso puede ser creíble para quienes no conocen nada de la personalidad de Francisco, un hombre más bien de carácter fuerte, con convicciones firmes, que no se deja arrastrar a terrenos que no son los suyos y que no deja pasar oportunidades para corregir desde su magisterio.
Así que por estas horas la versión de la agenda evista impuesta al Papa, en la que destacarían sus quejas contra la jerarquía de la Iglesia en Bolivia por sus críticas contra los ánimos de Morales de mandar a perpetuidad, resulta menos creíble que la versión del también jesuita y vicario judicial del Arzobispado de Cochabamba, Miguel Manzanera.
El sacerdote dijo a ANF que también el Papa le reprochará a Morales sus afanes reeleccionistas y su ánimo de quedarse en el poder pasando por encima del 21F cuando el pueblo boliviano le dijo que todo tiene un límite. De hecho, pocos días después de que el TCP habilitara a Morales, Francisco había dicho que en Latinoamérica hay gobiernos con pretensiones totalitarias.
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