Imágenes conmovedoras

En estos días próximos a la Navidad, que nos recuerdan el nacimiento de Jesús y su gran influencia en el mundo, porque inspiran sentimientos de amor, y de solidaridad humana, ciertas imágenes callejeras contrastan fuertemente con la idea de un mundo mejor.

En mi primera salida el día viernes, en la intersección de la calle 21 de San Miguel con la Costanera, un niño de aproximadamente 6 años corría rápidamente, sosteniendo de la mano a su hermanito menor de aproximadamente 3 o 4 años, para ubicarlo en la proximidad del semáforo, para que el mismo pudiera recolectar unas monedas, mientras él hacía lo propio en la acera contraria, donde el semáforo permitía un paso controlado de los vehículos. Conmovedor, porque ambos pequeños estaban solos, mientras la madre seguramente hacia lo mismo en la siguiente cuadra. Mientras los coches se desplazaban raudamente con los conductores, dirigiéndose a sus actividades cotidianas, ajenos a eta cruda realidad. Esos niños en los próximos años ¿tendrán oportunidad de estudiar? ¿De acceder a mejores condiciones de vida? Muy dudoso.

En la calle 9 de la Costanera, en las diagonales extremas del semáforo, mujeres potosinas, vestidas con sus ropas típicas, claramente de edad avanzada, extendían el cuenco de sus manos en espera de las ansiadas monedas, las cuales van reuniendo en la temporada de Navidad y fin de año, para seguramente llevar un cierto alivio al resto de su familia en los próximos meses. El altiplano boliviano lamentablemente se va desertificando y ya no ofrece condiciones de vida con el trabajo de la agricultura o el cuidado de unas cuantas ovejas o camélidos. Cada vez que las veo, me pregunto: ¿Dónde duermen? ¿Tendrán colchones y alguna frazada? O lo harán sobre esos cartones que llevan permanentemente.

En la calle Bueno, en la bajada entre el Monje Campero (el sobreviviente de las salas de cine) y el mercado Camacho hay unas tres mujeres, con sus niños pequeños que las rodean, alguna de ellas tiene un niño lactando. Los transeúntes, casi todos pasan apurados, casi sin apercibirse de que ellas se encuentran sentadas sobre sus cartones, mientras sus pequeños duermen o están caminando a uno o dos pasos de su madre. ¿Lograrán lo suficiente para poder comprar unos mendrugos de pan al final del día?, ¿lograrán ahorrar algo para llevar a su familia en las frías tierras del altiplano, cuando retornen a sus hogares? Son imágenes simplemente conmovedoras.

Otro grupo parecido se encuentra en la calle Loayza entre la Camacho y la Mercado. Mujeres con niños, mostrando en sus rostros el hambre, ¿tendrán algunos momentos de felicidad, como los tenemos la mayoría de los que vivimos en esta ciudad?

Estos personajes de angustia ¿podrán disfrutar de momentos alegría, como lo haremos la mayoría de nosotros en estas fiestas de fin de año? Muy dudoso.

Alguien me ha comentado que hay grupos de apoyo, que los recogen a partir de las 6 de la tarde, para llevarlos a los sitios de acogida de los que dispone la Alcaldía de La Paz para que pasen la noche. Ojalá sea cierto. Personalmente he visto, conmovido, a una pobre anciana que acomodaba su cartón y sus pertenencias para dormir en un banco de madera, detrás del Centro de Moda en San Miguel.

Frente a estas imágenes conmovedoras, me pregunto: ¿no será posible reducir algunos gastos superfluos, hasta ostentosos, que realiza nuestro principal Ejecutivo? Tal vez se podría, en lugar de aumentar el precio del nuevo Palacio real, que ya ha sufrido dos incrementos, hacer una pequeña reducción para disminuir estos casos que conmueven. Es un tema de conciencia para alguien que, en su momento, conoció la pobreza, como lo muestra la réplica de la casa en la que vivió en su niñez y que ahora se muestra en la plaza Murillo.