Un anhelo sentido y expresado en toda Navidad, aniversario del Nacimiento de N.S. Jesucristo en un humilde pesebre de Belén, ha sido siempre el eslabón que ha unido a todos los hombres con inclusión de aquellos que no creen en Dios, que desconocen a Jesús y su mensaje de amor, paz y concordia entre todos; que hacen abstracción del cumplimiento de los Mandamientos de Dios y de los mensajes de amor y unidad de los Evangelios de Jesús que han sembrado las bases de lo que debería ser la humanidad: leyes y mandamientos que son caminos de concordia, que muestran nítidamente los medios para el logro de felicidad temporal y eterna; mensajes que le recuerdan al hombre su finitud y falibilidad, que le señalan lo que debe hacerse y cómo vivir, cómo entender que la vida es un milagro permanentemente sentido por el Creador.
Jesús, el Hijo de Dios, al nacer trajo el mensaje de Su Padre: “Gloria a Dios en los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”; en Su tiempo pocos entendieron la profundidad y eternidad de esas palabras y muy pocos a través de los siglos han entendido que no deben equivocar los caminos y en vez de renunciar a todo lo que separa y crea sentimientos contrarios al bien común, han utilizado su inteligencia y capacidad científica y tecnológica para crear instrumentos que atenten contra la vida de los hombres y contra la naturaleza, armas que pretenden conquistar la paz con la falsa consigna de crear las condiciones para las guerras que “aseguren la paz”.
En todos los tiempos, debido a la soberbia y petulancia del ser humano que, sintiendo lo bueno en su corazón, lo anulan y olvidan, al calor de su orgullo y propensión, creyendo que son infalibles, intocables, poderosos y capaces de las grandes conquistas y adelantos en la ciencia, la tecnología y el progreso de los pueblos.
La Navidad del Señor es tiempo en que se pretende formular los mejores propósitos, en que parecería que se anidan los mejores sentimientos en todos los corazones; un tiempo de entendimiento, encuentro, amor y unidad familiar que busque que Cristo, con Su palabra, Su Pan de Vida y Su preciosa Sangre cree las condiciones para una paz cierta, de un amor sincero y de una unidad entre todos los hombres que sean capaces de vencer a todo lo malo, a lo que separa y divide, a lo que siembra desconfianzas, celos y suspicacias entre quienes buscan vivir en armonía.
Navidad es la entrega de Jesús a la salvación del hombre, es el principio de lo que debe ser prédica de amor y paz, a lo que se convertiría en alimento de la humanidad; el Nacimiento del Salvador es un eterno buscar que la vida sea el remanso de paz, buscado incesantemente por todas las generaciones; es el mensaje que difunde virtudes para que se hagan valores y principios. Navidad es, pues, el inicio para que aprendamos a perdonar a quienes nos ofenden y lastiman, a los que esgrimen armas de toda clase en franco atentado a nuestras vidas y derechos; es la exigencia para que los que incumplen las leyes eternas y temporales modifiquen conductas y, en sencillo acto de arrepentimiento, busquen cambiar conductas, acciones políticas y económicas negativas y, sobre todo, encuentren los medios para conseguir que todos seamos parte de la Navidad con amnistías que permitan gozar de derechos, sin discriminaciones que lastiman y separan.
Un abrazo con Jesús, debería ser el nexo de unidad, un encuentro con María, Madre de Jesús y madre nuestra, debe ser causa de alegría y paz; un propósito de perdón incondicional con olvidos y abandono de resentimientos tiene que ser propósito para conseguir que Dios perdone todo lo que ofendió y lastimó a nuestros semejantes. Navidad es fiesta de amor y no de fastos materialistas, de prácticas hedonistas que determinan violación de las propias virtudes.
Navidad es el principio de renunciar a inquinas político-partidistas y discordias entre quienes piensan diferente o buscan cambios en ideologías equivocadas o simplemente disienten de procedimientos ajenos a los derechos humanos que buscan la pérdida de libertad esgrimiendo razones ajenas a la verdad y contrarias a principios de equidad, caridad y justicia que deberían primar en quienes poseen poder político o de cualquier clase.
Un encuentro en busca de que reine la paz y armonía entre todos los hijos de esta patria que desde siempre, está pendiente de que gobernantes y gobernados actuemos al unísono de buenos sentimientos y mejores propósitos para la unidad y el entendimiento, la armonía y el encuentro.
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