Almirante (sp) Jorge Botello Monje
Dijo el canciller que la actual es una etapa jurídica. Que pasó aquella en la que era necesario el trabajo de un vocero. Ya señalamos, en EL DIARIO del 12 de noviembre, que con el fallo de la Corte termina la parte judicial y sigue una etapa en la que entra en juego la política internacional. En realidad, desde la presentación de la demanda el asunto ha sido legal, y la utilidad de la vocería tuvo, desde nuestro punto de vista, un efecto no jurídico, aunque sí muy importante: visibilizar, ante la opinión pública mundial, la existencia del problema y la necesidad de resolverlo
Es indudable el buen trabajo de difusión llevado a cabo por quien fungió de portavoz, pero se debe reconocer que esto fue posible gracias a la decisión presidencial de llevar el reclamo ante La Haya. Esta acción no fue “solo seguir lo que se estaba haciendo”, como algunas voces pretenden hacerla aparecer, tratando de quitar mérito a algo que, en todo caso, fue de gran trascendencia, ya que no solo cambió la tradicional e improductiva forma de enfrentar el asunto, sino que puso el tema en la agenda pública, mundialmente hablando.
Sin embargo, pretender que ya no se necesita un vocero es, desde nuestro punto de vista, un tremendo error. Con el fallo de la CIJH, que sería emitido el próximo año, comienza una etapa en la que se debe ejecutar lo decidido. Como quiera que consideramos que el fallo será favorable a Bolivia, debiera seguir el dialogo de “buena fe”, o sea con intención de solucionar el asunto y no solo dilatarlo, como ha estado ocurriendo.
Lamentablemente hasta ahora, Chile, en sus relaciones con nuestro país, no ha demostrado esa buena fe que se requiere para encontrar una solución real y definitiva al problema, consecuentemente, es de esperar que trate, por todos los medios, de no cumplir con lo señalado por la Corte, en el entendido, repetimos, de que ésta falle a favor de Bolivia.
SI se da esa circunstancia, será de gran importancia el trabajo de un vocero, que en principio difunda el fallo y promueva el apoyo internacional, político esta vez, para que se cumpla la decisión de la Corte, especialmente de presentarse la resistencia chilena a negociar. Es, pues, de mucha necesidad que la acción, reiteramos política esta vez, esté respaldada por un vocero, no necesariamente el actual o ex, pero sí uno o unos que tengan la posibilidad de difundir un mensaje eficazmente. Podría tratarse de los embajadores, y si éstos no reúnen las condiciones óptimas para este trabajo, debiera designarse a otros, específicamente para este tema, o capacitar a los actuales. Con el triunfo de Piñera en Chile, es posible que la tarea; en la cual se debe buscar que la comunidad internacional ejerza la suficiente presión para que el arreglo se lleve adelante, tal como lo definiría la CIJH, sea muy ardua.
Se debe adoptar las previsiones necesarias para no tener que improvisar más adelante. No todo termina en La Haya.
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