Quienes me lean no se preocupen por decirme que soy un cándido, eso lo sé de memoria. Y el ejemplo de mi idiotez ha estado en sugerir, desde hace tiempo, la necesidad de que en el Estado Plurinacional de Bolivia se dicte una amnistía política general e irrestricta con motivo de las fiestas navideñas, cuando se supone que los ánimos están abiertos a la solidaridad y el amor. Sin embargo, en estos momentos los bolivianos estamos con la cara pintada para ir a la guerra, a machucarnos como dice el pueblo, y está muy lejos de la lógica del Gobierno abrir las puertas al reencuentro entre todos los compatriotas. Mi sugerencia, si alguien del poder la leyó en los periódicos (algo casi imposible), ha debido causar un arrebato de risa, una prolongada carcajada. Pero tampoco los opositores realizaron alguna gestión, algún comentario, sobre algo tan justo, tal vez a sabiendas de la inutilidad de un pedido de esa naturaleza.
Los bolivianos que vivimos en el país como los que están en el exilio, cantarán en sus hogares, junto al pesebre, “noche de paz, noche de amor”, emocionados y con fe, sólo por la costumbre milenaria de la Navidad. Pero unos y otros, los que estamos dentro de Bolivia como los que están fuera, sabemos que, por lo menos durante estas fiestas de fin de año, no tendremos ni paz ni amor. Lo que hay son peleas callejeras, batallas campales: “ukases” del Gobierno, huelgas, bloqueos, balines, gases y garrotazos. Durante mis largos años en La Paz y Santa Cruz, jamás había visto una Navidad de esta naturaleza, tan violenta. Hasta en los peores momentos de dictaduras se producía una tregua, cuando el Presidente no ofrecía una amnistía política, para que bajaran los odios y las tensiones y la gente pasara la Nochebuena en familia.
¿Hoy? ¡Pero ni hablar! Bolivia se ha convertido en una nación de sordos, de ciegos, donde el poder quiere más poder, poder eterno, y está dispuesto a barrer con todos quienes se le pongan al frente. ¡Qué noche de paz ni noche de amor! ¡Eso ya pasó a la historia! Aquí lo que importa es bajar la caña a los médicos porque están desobedeciendo a la “autoridad”. Porque los ha asustado saber que los galenos, enfermeras, auxiliares, y estudiantes del rubro, habían sido más fuertes que todos los movimientos sociales juntos. Poner en duda el mando de S.E. es algo inaceptable para el nuevo “establishment” criollazo que rodea la mesa del consejo de ministros. Los ministros, parlamentarios y magistrados nulos, todos leales hasta lamer los Adidas de S.E., no pueden permitir que se festeje una Navidad sin más, cuando entre lo importante está regalar a S.E. el Código Penal, con el artículo 205 incluido. ¿Y si los que lamen los Adidas le regalaran a S.E. una Navidad en paz admitiendo que cometieron errores y torpezas? ¿No sería mejor para todos? ¿No sería mejor para S.E. también? Claro, salvo que él sea quien, como el Vice, incita a la guerra callejera, que no lo creemos.
La amnistía no es un regalo piadoso, una limosna que pueda ofender a quien la recibe, sino un deseo de pacificación. No es como el indulto, que conmuta una pena; una gracia para quien está sentenciado. Aquí se trata de un gesto humano, de “hermanos y hermanas” como tanto le gusta decir a S.E. Ya lo hemos escrito y lo reiteramos: el único gobierno en la historia de Bolivia que durante 12 años en el poder no ha amnistiado es el del Movimiento Al Socialismo. Con eso ha superado hasta a las dictaduras militares, que, aunque de mala gana, aunque presionados, abrieron las puertas del país, de forma irrestricta, a sus adversarios políticos. ¿Es que el MAS se siente tan debilitado o más que las dictaduras militares? Eso ya es mucho decir, aunque parece.
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