Al sostener que hay “fuerte conexión entre derechos humanos y desarme nuclear”, el Papa Francisco ha sostenido la necesidad de combatir la proliferación de armas nucleares y, como mensaje al mundo, ha expresado: “Será entregado el Premio Nobel de La Paz a la Campaña Internacional para abolir las armas nucleares. Este reconocimiento coincide con el Día de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y esto demuestra el fuerte vínculo entre los derechos humanos y el desarme nuclear”. (EL DIARIO 11/12/17).
Los Papas, desde el mismo día en que se probó la primera bomba atómica -17 de julio de 1945 en Álamo Gordo- han expresado preocupación por el “sanguinario descubrimiento” y, han extremado su condena luego de las bombas caídas en Hiroshima y Nagasaki los días 6 y 9 de agosto de 1945; han sostenido la urgencia de que los hombres tomen conciencia de la grave responsabilidad que tienen para conservar la paz y han pedido que “las grandes potencias, empeñadas en un armamentismo nuclear, declinen de sus conductas y eviten la fabricación de estos artefactos que causan millones de víctimas”.
Lamentablemente, luego de las primeras experiencias, se presentó en los países ricos y desarrollados la ambición de fabricar más bombas y de la atómica se llegó a las bombas de hidrógeno que son mil veces más letales que las atómicas. Pero la ambición de poderío nuclear no quedó en las grandes potencias sino que imitaron esa ambición negativa países pobres como China, India, Corea del Norte y otros que han logrado arsenales capaces de destruir pueblos y naciones.
Inclusive países que hacen investigaciones e invierten miles de millones de dólares viven empeñados en perfeccionar e incrementar este tipo de bombas. Últimamente, fue Corea del Norte que lanzo varios misiles balísticos intercontinentales capaces de portar cabezas nucleares como “prevención a los EEUU” para conseguir “la paz que, indican, peligra, porque tanto el país del norte como Corea del Sur estarían en posición de desencadenar una nueva guerra”. Los esfuerzos realizados por Naciones Unidas han sido inútiles porque más pudo la ambición de adquirir más poder y lograr mayor perfeccionamiento, que han determinado que esos países, también participantes de resoluciones de Naciones Unidas contra el poderío nuclear, se empeñen en aumentar su poderío, cuya capacidad llega a que tan solo el 5% de sus arsenales nucleares bastaría para destruir el planeta.
El mundo, especialmente el pobre y subdesarrollado, observa cómo la inconsciencia determina que no se adopte medidas para proscribir las armas nucleares y es, en estos terrenos, que el Papa pide que se proscriba armas capaces de destruirlo todo. Recordar o celebrar la paz con la amenaza de guerras y enfrentamientos, hacen que desaparezcan las esperanzas de la humanidad para lograr una paz permanente, en la cual se dedique esfuerzos científicos y tecnológicos a mejorar la vida de los pueblos y alcanzar altos índices de progreso en paz y armonía.
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