Hernán Maldonado
Estos días de finales del 2017, hay que redoblar las fuerzas para no contagiarse de la decepción, el pesimismo, la desesperanza que abate a la mayoría de los venezolanos, ya resignados (según parece) a pasar una de las navidades más tristes de su historia.
El sueldo básico es de alrededor de tres (3) dólares mensuales, lo que significa que con el equivalente a casi 600.000 bolívares fuertes, solo se puede comprar un kilo de carne, un cartón de 30 huevos y un litro de leche.
¡Claro! El dictador Nicolás Maduro sostiene que es el más alto del hemisferio, porque calcula 10 BsF por dólar (del que se benefician él y sus compinches), pero la divisa real es la del mercado paralelo, que esta semana sobrepasa los 221.000 BsF por uno.
A escasos días de la Navidad, en estados como Táchira, Zulia, Falcón, Nueva Esparta, etc. hubo colas de hasta 8 horas para comprar gasolina. Miles salieron a las calles exigiendo que el régimen cumpla su promesa de entregarles piernas de cerdo prometidas a cambio del voto en las recientes elecciones municipales.
En Caracas, de 15.000 unidades del transporte, solo están en servicio 5.000 y aumentaron los pasajes en un 400% en menos de tres meses. Los vecinos protestan y cuando los ánimos se enardecen actúan los genízaros chavistas para aplacar su ira con palos o gases.
Una tristeza enorme causa ver a ancianos haciendo cola en las puertas de los bancos hasta por 12 horas o más para recibir parte de sus aguinaldos, porque no hay efectivo, por más de que la máquina de producir dinero en el Banco Central funciona con horario corrido.
Gran parte de la dirigencia opositora ha perdido credibilidad. La gente simplemente se siente traicionada porque no se cumplió el mandato que le dieron 7 millones de venezolanos en el plebiscito del 16 de julio para apresurar el cambio del régimen.
La decepción es peor porque los mismos dirigentes decidieron sentarse a negociar con el régimen, dándole un respiro, sin respetar la memoria de los 143 jóvenes muertos en las calles este 2017 clamando por democracia y libertad y cuando todo hacía pensar que la dictadura estaba acorralada.
Organismos defensores de derechos humanos calculan que 2 millones de venezolanos se han ido del país, una buena parte jóvenes profesionales, y el éxodo sigue. Es copia de lo que hizo el castrismo en Cuba. Se fueron lo que podían hacer tambalear al régimen y se quedaron los esclavizados, contentos con recibir una bolsa de comida del “papa-Estado”.
En Bolivia, comparado con Venezuela, no se ve esos extremos de gente comiendo en la basura, pero ya es innegable el afán totalitario de Evo Morales y sus acólitos que se creen con el derecho de aferrarse al poder para siempre. Para ello pisotean la Constitución, tienen un parlamento de “levanta-manos” que les aprueba todo y un Poder Judicial nombrado a dedo, dado que en los comicios de diciembre entre votos blancos y nulos se contabilizó un 65%.
Médicos que están en huelga desde hace un mes gritan en las calles: (ante la indiferencia del régimen que quiere doblegarlos como si se tratara de los discapacitados a los que mandó a apalear en las calles de La Paz) “Bolivia no es Venezuela”. Recuerdo que a principios de los 90 se gritaba en las calles de Caracas: “Venezuela no es Cuba…”. Y ya van 19 años. Hasta Raúl Castro se ufanó al llegar a Caracas hace algún tiempo: “Cuba y Venezuela, somos la misma cosa…”.
El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.
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