El país hace poco votó por segunda vez para elegir a los “altos” magistrados nacionales. Y por segunda vez resultó un fiasco, peor que hace 6 años, cuando el experimento fue de rechazo con un 53,7% de voto nulo. Ahora en 2017, los votos nulos subieron cerca del 70%, según datos del organismo electoral. Para sorpresa del país, Álvaro García Linera -desesperado y devaluando la misma- dijo: el candidato que saque157 votos ya es legítimo -mirando siempre al pasado- enfatizó: antes elegían a las autoridades judiciales los jefes de partido. “Llevaban al Congreso (la lista) y en el Congreso con 157 votos, sumando diputados y senadores, se elegía a los jueces” ¿Qué tal? ¿Hay alguna diferencia con la “lista” presentada a la Asamblea plurinacional, para que diputados y senadores del Movimiento Al Socialismo (MAS) “elijan” –coopten- con sus 2/3 a (probables) jueces –afines-?
Históricamente y dependiendo de la situación de cada país, el voto nulo ha sido una bandera de lucha; un medio de protesta de ciudadanos que no creen en el gobernante o en el sistema electoral, o porque no se sienten representados por ninguna de las opciones electorales que se les ofrecen. Si bien es un acto individual, el voto nulo tiene mayor significación cuando se convierte en un acto de masas (no 157 votos cooptados) para representar la “voz” de la inconformidad social del pueblo con un gobierno. Es una forma de protesta pacífica para provocar un cambio en la forma de gobernar y es regularmente un previo aviso ante la posibilidad de un estallido social que puede ser de consecuencias imprevisibles.
El voto nulo del 3 de diciembre era vox populi por el método de “pre-selección” de los candidatos, empeorada por el Tribunal Supremo de Justicia (saliente) que inconstitucionalmente falló habilitando la reelección indefinida de Morales y García, eximiendo con irrespeto a ese 53,7% de ciudadanos que el 21F de 2016 dijeron NO a la reforma de la CPE. Es decir, políticamente fue un NO a la re-postulación de Evo Morales y Álvaro García. Ahora en 2017, como en 2011 se pretendió ofertar un entelético “mejoramiento de la justicia” que no tuvo eco en el imaginario, pero molestó al soberano indignado, generando una vorágine de desconfianza. He ahí el batacazo, donde el 70% dijo por segunda vez NO, aunque se lo denomine plebiscito o referéndum, es un NO al libertinaje político y hedonista del “líder”. ¿Quién puede nulificar a quien no conoce?
Lo cierto es que 4,7 millones de ciudadanos de un total de 6,4 millones acudieron a las urnas, obligados por la multa económica, lo que generó más rechazo y se consolide un “voto castigo”, pues ninguno obtuvo la mayoría simple 50+1 como manda la CPE. Entonces, es ingenuo, por decir lo menos, que 157 votos legitimen al candidato. La contundencia de aproximadamente 70% de voto nulo, anula moralmente y deslegitima a los (supuestos) “ganadores”, lo que significa que el TSE tiene la obligación de hacer respetar el principio básico de la democracia, que es el respeto a la voluntad popular. Y el gobernante debería “agradecer” al soberano (pueblo) ese voto nulo, ¡“voz” de la inconformidad! Que le aconseja un “cambio en su forma de gobernar”. Si el Estado partido (MAS) sigue con sus caprichos y maltratando al pueblo, significa que hay la decisión de bañar en sangre a Bolivia, cuyo campanazo es el dislate de los 157 votos y la desidia del TSE que pueden caldear los ánimos del soberano que está llegando a su límite. ¡Cuidado!, Bolivia no es Venezuela.
El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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