Economía de palabras
El año se cierra con otro encuentro del clásico entre Bolivia y los contrabandistas, con un resultado que tendría que preocupar a quienes quisieran que este país no terminase siendo un Estado fallido.
El último del año se dio en Tambo Quemado, en la frontera con Chile, donde la Aduana del Estado Plurinacional había decomisado un camión cargado de computadoras, porque los contrabandistas saben que hay una demanda insatisfecha debido al fiasco de las máquinas Quipus fabricadas por el gobierno.
Por la noche, los contrabandistas derribaron el muro del predio de la Aduana usando dinamita y se llevaron el camión, que todavía estaba con toda su carga. Resultado: derrota humillante para el Estado Plurinacional y Multilingüe.
Muy cerca de allí, en Sabaya, a principios de año, se produjo otro clásico. Los aduaneros habían comprobado que en el pueblo, en los amplios patios traseros de las casas, estaban estacionados 53 camiones cargados de contrabando. Se llamó al glorioso ejército para un operativo que consistiría en cercar el pueblo para evitar que saliesen los camiones. Todo estuvo bien planificado. Dos semanas después, cuando todo estaba listo para incursionar en el pueblo y capturar los cuerpos del delito, se produjo el desenlace inverosímil. ¡Sólo quedaban seis camiones! Los aduaneros miraron a los militares y éstos les devolvieron la mirada, todos incrédulos, aunque algunos más que otros. Los contrabandistas habían mostrado que son mejores que Houdini.
En el año que se cierra se dieron varios encuentros en que los contrabandistas mostraron que tienen más fuerza que el Estado plurinacional.
La señora Marlene Ardaya, presidente de la Aduana, recibió un varapalo, como dicen los españoles, en Vallegrande y zonas aledañas, donde los alcaldes y los contrabandistas de automóviles ilegales impidieron la confiscación de esos vehículos. El argumento fue simple: la Aduana debe impedir que esos vehículos ingresen al país, pero debe hacerlo en la frontera; ahora que están aquí, sus propietarios pagan impuestos a la alcaldía y de esa manera están legalizados.
Algunos cocaleros del Chapare fueron más allá. Ellos venden los “chutos”, como se llama a esos autos, con todos los documentos completos aunque también chutos, y como garantía dan un contacto de celular con alguien del gobierno que les puede dar una mano, con un precio módico.
Consuelo: el fin de los Estados está cerca.
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