La decisión del TCP de permitir que “Su Excelencia” vuelva a ser candidato a presidente, cuando ya se le dijo que no electoralmente, es muestra categórica de que los bolivianos no hemos avanzado, aprendido mejor dicho, desde la traumática revolución de 1952, pasando por las reformas agarradas de los cabellos, los campos de concentración, Roca y Coronado, la Gulf, Ñankahuazú, Teoponte, el narcotráfico, el Alto, el Tipnis, et. al. y ahora el afán totalitarista de eternizarse en el poder, todo administrado por gobernantes al cual más patoteros y propensos a culpar “al empedrado”, que es el cúmulo de vicisitudes históricas de los pueblos de Bolivia.
Digo “pueblos” porque un solo pueblo boliviano… una sola actitud vital… que piense parecido y hable más que menos el mismo idioma… simplemente y hasta hoy… pongámonos la mano al pecho… no ha habido… ni hay. Lo de “plurinacional” resume la anomalía. Con solo canchas de fútbol, algo de caminos y de servicios de agua, museos de reverencia, teleféricos, etc. jamás llegaremos a algo que sea Nacional de verdad y sostenible. Por eso no avanzamos en pos de conocernos y ver de empezar a mancomunarnos para constituirnos en un país que empiece a saber de sí… lo que quiere decir compenetrarse para hacer del chenco actual: un todo factible ¡de una vez!
Los que gobiernan nos creen a todos los bolivianos cortados con la misma tijera idiosincrásica, entre otras, lo que, por desgracias, es falso. Si bien todos nos inclinamos ante la tricolor, el himno nacional y el folclore, poco más nos une. No todos estamos de acuerdo ni mucho menos con que, entre otras cosas, las universidades estatales, pagadas con nuestros impuestos y la exportación de nuestro gas, no enseñen redacción del castellano… ni ofrezcan licenciaturas en historia de Bolivia, o literatura boliviana cuando, de enseñarlas, por lo menos los nuevos ciudadanos empezarían a enterarse quiénes son y de dónde vienen, cómo y por qué… que harta falta hace sobre todo, pero no solamente, en el occidente del país, donde todavía se desvive la mayoría de la población.
También a nadie sirve prolongar la angustia nacional del llamado “juicio del siglo”, que ya es un atolladero dilatorio injusto y esperpéntico que hace quedar cada vez peor a la justicia boliviana y a todos los bolivianos. Dar fin a este velatorio de muertes denunciadas y detenciones anómalas nos quitaría un peso de más de más de siete años. Al respecto, el trabajado libro Labrado en la memoria, del periodista boliviano Harold Olmos, está siendo leído en el exterior como un retrato detallado y cruel de las abyecciones de la justicia nacional.
El pensamiento extranjero tanto atrajo o atrae a algunos gobernantes bolivianos empeñados en acreditar gobiernos dictatoriales de izquierda, como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua (Argentina, Brasil, Ecuador, Perú y Chile ya no). Cito al teorista francés de centro-izquierda, Pierre Bourdieu, que en su libro El campo político (Plural, 2001, p. 135) escribió en los años 1960: “El éxito de la política racional supone que sea comprendida y admitida por la mayoría. Cuando se pretende producir transformaciones profundas, uno no puede apoyarse solamente en la disciplina elemental del tiempo de combate, hay que convencer y persuadir, es decir, dialogar y enseñar”. Hoy, muchos bolivianos pensantes no tienen dónde invertir sus esperanzas… lo que viene a ser no solamente injusto sino ¡innecesario!
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