La crisis del agua que empezó a finales del año 2016 se ha acentuado notablemente y ha comprometido a la mayoría de los departamentos; son siete de ellos que confrontan el problema y las posibles soluciones radican, simplemente, en la esperanza de que caigan las lluvias que paliarían mínimamente el problema. Se indica que existen muchos estudios para solucionar el grave problema; pero en la mayoría de los casos no se da a conocer qué proyectos existen para enfrentar soluciones a mediano y largo plazo.
En muchas oportunidades, Naciones Unidas ha hecho conocer que Bolivia está expuesta a sufrir crisis del agua por muchos factores. En el año 2013, técnicos de esta organización internacional sostuvieron la necesidad de adoptar medidas efectivas para encarar el caso; pero, lamentablemente, no se hizo lo suficiente con miras a captar agua, construir embalses y represas; tampoco se ha realizado estudios para solucionar las graves pérdidas que se tiene en los recorridos por ríos hasta llegar a represas y, menos, para remediar las pérdidas que son cuantiosas por fisuras y otros accidentes en lo interno de las ciudades, porque se tiene la seguridad de que buena parte de esas instalaciones que datan de mucho tiempo están deterioradas y requieren cambios que, efectivamente, tendrán altos costos, pero necesarios.
Un informe técnico señala: “Durante 20 años no se hizo nada para construir nuevas captaciones de agua; en cambio, en ese tiempo la población se duplicó”. Se indica que las interferencias políticas han impedido una planificación seria, inversiones apropiadas, estudios debidamente planificados, adopción de medidas preventivas y otros. Por otra parte, la creciente actividad minera que utiliza mucha agua “no sólo contamina muchos ríos sino que consume enormes cantidades de agua que podrían abastecer a las poblaciones afectadas”. La deforestación, la tala de bosques para cultivos cerca de las cuencas afectaron el ciclo de preservación hídrica, señala otro estudio.
El problema es de larga data y casi siempre las soluciones de la crisis han sido provisionales con el aditamento de que “pronto se adoptará las medidas precisas conjuntamente las inversiones, para dar solución integral al problema”. Esta promesa no se ha cumplido y de gobierno en gobierno se repite promesas que no se cumplen. Es tiempo, pues, para que las autoridades obren con la seriedad y responsabilidad necesarias a fin de encarar integralmente el problema; de otro modo, conforme pase el tiempo, se agudizará la tragedia con consecuencias muy graves, especialmente para el consumo humano y animal, para las labores agrícolas e industriales. Por su lado, la minería tendrá que actuar con base en sus propios logros de agua y no estar atenida a lo que proveen las represas, causando grave daño a las poblaciones. El país cuenta con los técnicos precisos para encarar el problema y si no los tiene con la suficiente experiencia, habrá que recurrir a organismos internacionales.
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