Parece innecesario que el oficialismo convoque a sus “bases” a campaña electoral cuando dice que el año que se inicia será de “complejidad política”. Más bien a partir del 2006 el presidente Evo Morales se encuentra en campaña con la mira de una prologada reelección, excepto en sus viajes al exterior, los que no excluyen un énfasis de promoción personal. La pretensión no es ave rara, en especial entre los políticos.
El afán de campaña no puede ser permanente sin perjudicar la gestión pública y de gobierno, pero estamos en ese tren y viendo sus consecuencias. Por A o por B situaciones como estas han hecho que el descontento supere la etapa de fermento y se haya decidido ganar las calles, como viene ocurriendo. Si generalizamos el conflicto de los médicos, de los profesionales o de los transportistas por el errático artículo 205 del Código del Sistema Penal, todas las movilizaciones sociales buscan por sí mismas un común denominador que termina por unirlas y empujar el carro en el mismo sentido, aunque de inicio aparezcan aisladas unas de otras. En nuestros días la repostulación del presidente Evo Morales es el motor que en realidad impulsa la máquina del descontento.
Está visto que el oficialismo recurre a la lucha de clases propia de la dialéctica marxista, bajo el rótulo de “racismo”, el cual cuelga a todo aquel opositor a su política. Hablar de racismo en nuestro país es siempre impropio, por la sencilla razón de que la población es mestiza en casi el 100%, y es mestiza biológica o culturalmente, pero al fin mestizada. La machacona repetición de los más altos referentes oficialistas busca crear un falso adversario en el “racismo”, como los varios de esta calidad que hemos visto.
Asimismo, el descontento que se manifiesta en las calles no es novedad que venga a crear ingobernabilidad, ya que ésta se ha incrementado exponencialmente en estos años, al extremo de colocar al país con creces a la cabeza del ranking de la protesta callejera, con marchas y contramarchas cotidianas. Otra cosa es que en alguna medida sea el propio Gobierno el que las fomente. Sin embargo, según el oficialismo vivimos la etapa más “estable” en lo social, político y económico.
Todo este conjunto se halla regulado por la autocensura informativa y editorial de los medios de comunicación. Este velo piadoso cubre mucho más. El Gobierno con la recurrente reelección es el actor principal de la politización, la cual veremos crecer en la medida del transcurso del 2018. Quien siembra tormentas no puede quejarse de cosechar tempestades.
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