Clepsidra
Entre el 6 y el 20 de enero de este año, y por décima vez consecutiva en América del Sur, será largada la 40° edición de la carrera del Rally Dakar 2018, que en esta ocasión se disputará entre Perú, Bolivia y Argentina. En Bolivia se correrá 4 etapas, atravesando nuestro Salar de Uyuni, para luego el día 12 sea el de descanso en la sede de gobierno, donde obviamente no deben haber médicos ni para manifestarse y sólo cubanos, para atender posibles lesionados.
En una suprema muestra de su capacidad de estadista, el Dr. Honoris Causa, Evo Morales ha declarado recientemente, con mucha sinceridad que: “cuando los ministros le hablaron del Dakar él no quería, rechazó, y le dijeron que por la franquicia había que pagar dos millones de dólares, a lo que él repuso que con dos millones de dólares se podría construir 4 o 5 unidades educativas; entonces se produjo el debate y lamentablemente fue derrotado, y ahora es él, el primero en ir detrás del Dakar no solamente por lo que nos deja, sino porque también atrae al turismo” (SIC).
Esas recomendaciones presidenciales han debido ser las primeras que fueron formuladas, cuando aún no se conocía las propiedades políticas del Dakar y sus prodigiosas propiedades en situaciones de conflicto, como es el de los hermanos médicos que, habiéndose iniciado hace más de 40 días, todavía no tiene visos de arreglo, ni existen las intenciones de sentarse a negociar una solución perenne, hasta que se lleve a cabo el inicio de la competencia, que condenará a las partes a asistir al Rally para aplaudir como focas el paso del mandatario y de los bólidos mecánicos, que en su fugaz polvareda, como por arte de magia, hará desaparecer toda posibilidad de un arreglo definitivo. Por el contrario, éste será postergado o simplemente negado.
De la competencia deportiva sólo quedará intacta esa abulia que caracteriza a los que ahora recién creen en su realización, y ya se olvidaron de las escuelitas o los puestos médicos que se podría haber construido con su costo, el propio pueblo extasiado e idiotizado por las proezas de las máquinas que vayan surcando nuestras carreteras y el clásico Salar de Uyuni, olvidará la protesta de los médicos, estudiantes, transportistas y otros y, después de muchos días se dará cuenta que fue mamado y tratará de reponerla, empero, ya será tarde, pues el objetivo de continuar impertérrito con el Código Penal trucho y la reelección estará plenamente cumplido.
De ahí que es un imperativo patriótico el no caer en esa “trampa deportiva” y asumir esa responsabilidad que los mismos médicos se atribuyeron al recibir como un encargo solemne, el apoyo generalizado de la población, expresado por las distintas organizaciones que la conforman y que han visto en esta última maniobra, un maquiavélico propósito de encontrar el resquicio por donde pueda filtrarse el anhelo desembozado de permanecer vitaliciamente en el poder, aun a costa de hacernos creer que Dakar es gobernar.
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