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[Raúl Pino-Ichazo]

Mujeres, víctimas de violencia


Algunos periódicos del mundo publican una lista anual de las mujeres que, de alguna manera, se han destacado en un determinado año, entre ellas también habría que añadir a un gran número de mujeres bolivianas, ya que usualmente no nos toman en cuenta. Precisamente esas mujeres en Bolivia, que fueron cruelmente violadas, agredidas y defenestradas en su dignidad, son las que con su sufrimiento e inmolación de sus valores atenúan y hasta evitan que otras mujeres sean violadas, agredidas y tratadas bajo un acoso físico y psicológico constantes.

Estas mujeres en Bolivia han logrado que se introduzca nuevas leyes de protección a la mujer y se penalice estos execrables ilícitos contra el ser más importante de la creación. Estas mujeres tampoco han escrito libros con ediciones múltiples, son mujeres sencillas que protagonizan vidas sacrificadas y paradigmáticas que sirven invaluablemente a la sociedad. Consecuentemente han realizado y realizan cosas extraordinarias, sería la explicación a los lectores de esta columna.

2017 fue un año en el cual han sido muchas las mujeres que han llenado las primeras páginas de la prensa y han abierto los informativos televisados con sus denuncias sobre los hombres que en algún momento las acosaron sexualmente, e incluso las violaron. Han decidido denunciar el acoso, la violencia o la violación sufrida.

Todavía hay mucho por hacer para proteger a la mujer en nuestro país, sobre todo a nivel legislativo, aunque es hidalgo reconocer que se ha avanzado algo, empero no es suficiente, pues se debe incorporar al ordenamiento jurídico de nuestro país leyes similares a las concebidas por el parlamento alemán, por las cuales basta un no de la mujer para penalizar al agresor en un proceso sumarísimo y ejemplarizante. A nuestros parlamentarios se les remunera con los impuestos de los ciudadanos para que cotidianamente realicen la labor intelectiva de análisis comparativo de las leyes de los países más avanzados en códigos de leyes para la protección efectiva de la mujer, y a través de ese análisis exegético y jurídico se podrá incorporar las leyes actualizadas con la dimensión del delito.

Hoy con el incremento deplorable de los feminicidios y agresiones de diversa gravedad a la mujer, la denuncia debe erigirse como el bastión fundamental para reducir este execrable índice de ilícitos. Pero para encauzar la denuncia y su tratamiento sumarísimo se debe disponer de leyes modernas en correspondencia con la gravedad del ilícito; sobre todo que los operadores de justicia estén impuestos de conciencia moral e incorruptible formación jurídica, pues lo que está impidiendo que se conozca innumerables casos de feminicidio y agresiones graves es el temor a involucrarse con la denuncia en un ámbito de corrupción generalizada y en un tácito martirologio, en los cuales nada avanza procedimentalmente sin dinero, y eso es corrupción, insertada en la mente de los juzgadores y averiguadores judiciales como una enfermedad endémica.

Ahora, al leer las estadísticas de los organismos policiales se constata el irrefrenable incremento de los feminicidios y agresiones leves y graves, así como acoso físico y psicológico. Son hechos que estrujan los corazones de los ciudadanos sensibles, por el número elevado de casos de esa tipología que no son denunciados. Entonces, las estadísticas oficiales no corresponden a la realidad de los ilícitos contra la mujer.

Después de analizar a nuestro país en esta lamentable situación de incremento ostensible del delito contra las mujeres, podemos citar algunas mujeres sencillas del extranjero que de igual manera han sufrido violaciones y abusos sexuales. Se trata de la francesa Henda Ayari, de 39 años, durante dos décadas salafista practicante escondida tras un niqab y hoy autora del libro “Me he liberado”, quien acusó el teólogo Tariq Ramadán de haberla violado; y de la ministra sueca de Asuntos Exteriores, Wallström, de 63 años, víctima de abusos en su juventud, quien ha protagonizado la campaña que anima a las mujeres a denunciar el acoso sexual

La alemana Alice Schwarzer, de 75 años, una de las creadoras del Movimiento por la Liberación de las Mujeres, se dirigió a Donald Trump llamándole “viejo sexista”, cuando lo eligieron presidente de Estados Unidos, y otras más.

El autor es abogado, doctor honoris causa, autor del libro “La mujer”.

 
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