No me toquen el Dakar

Al presidente le gusta el Dakar y quizás sean sus organizadores los únicos con los que cumple a pie juntillas su palabra: cinco millones de dólares de franquicia por correr en Bolivia en 2018; tres por correr en 2017; dos por correr en 2016.

Es decir que por el solo hecho de pasar por Bolivia Evo Morales habrá pagado a los organizadores en los últimos tres años, obviamente con el dinero de los contribuyentes -no de su bolsillo-, 10 millones de dólares. Similar cantidad a la consignada en el presupuesto de 2018 para atender todos los desastres naturales que confronte el país en todos sus rincones durante todo el año.

Y eso sólo por pasar por Bolivia. A esa suma se debe agregar otra desconocida, como casi todas las cifras que no conviene confesar al gobierno: gastos de acondicionamiento de las carreteras, alojamiento, alimentación, apoyo a las escuderías, médicos y desplazamiento del presidente y sus funcionarios.

La preocupación por los médicos parece haber sido máxima en estos días, pese a que el presidente dijo que el problema de las protestas de los facultativos era un asunto menor. Pero no porque los pacientes se hubieran quedado sin atención médica más de 40 días -ahí sí hay que creerle al Morales: la vida de los bolivianos, visto lo visto, ha de resultarle una insignificancia-, sino porque ponía en riesgo ese acontecimiento de importancia interplanetaria que es para el gobierno el Dakar.

Así, un matutino paceño tituló en horas previas a que Morales pidiera/ordenara la derogación de los artículos del nuevo Código Penal que afectaban a los médicos y a los transportistas: “Gobierno advierte que conflicto médico busca afectar al Dakar y anuncia medidas”. “Para el Gobierno, la estrategia de los médicos es afectar la imagen de Bolivia a través de la competencia internacional del Dakar que recorrerá su territorio por cuatro días”, decía el epígrafe. El declarante era el Ministro de Gobierno.

El presidente parece dispuesto a cerrar el conflicto con los médicos y los transportistas bajando la cerviz, algo impensable en él. Tan importante es para el mandatario el Dakar.

Entretanto, en Argentina, sede de cinco de las etapas de la competencia iniciada el sábado 6 de enero en Perú -en Bolivia se correrán cuatro- se preguntan cómo hace sus cálculos el gobierno de Morales para decir que la carrera generará en 2018 una facturación por turismo, en beneficio de los bolivianos, de alrededor de 149 millones de dólares.

Mientras el gobierno de Morales sostiene que en 2017 la carrera movilizó en Bolivia 140 millones de dólares, el argentino informó oficialmente que la facturación por el paso del Dakar fue de 5 millones de dólares.

Y eso que fueron 13 las provincias (departamentos) argentinas visitadas por el Dakar. Y eso que Argentina atrae anualmente a 10 veces más turistas extranjeros que Bolivia. Y eso que la economía argentina es 20 veces más grande que la boliviana. Y eso que la población argentina es cuatro veces mayor que la boliviana.

La verdad es que es difícil pensar que haya detrás del paso, y el costo, del Dakar otra razón que el gusto de Morales por esta carrera. Otro gusto caro del mandatario que, como hacían algunos jefes africanos en tiempos en que la competencia se realizaba por sus territorios, disfrutará –como hasta ahora- desde un helicóptero.

Por gusto y, por supuesto, por proselitismo. Como parte de su eterna campaña para mandar eternamente.

Mientras tanto, y pese a que supuestamente la competencia es un gran golpe de marketing internacional para poner de relieve al país, el mundo seguirá ignorándonos como ignora -e ignoramos- que Dakar es la capital de un estado fallido, Senegal, que tiene la mitad del PIB de Bolivia. Y que es una palabra aguda. Como esas guerras que tanto dice el vicepresidente que gustan a él y a Morales. Una de las cuales, muy importante, acaban de perder.