El título refleja un refrán de larga data y nunca más real como fruto de la vivencia diaria del ser humano porque no deja de ser cierto aquello: quien todo lo quiere todo lo pierde. A propósito, también se debe recordar entre otras frases célebres: “la ambición es el último refugio del fracaso”, pronunciada por Oscar Wilde (1854-1900), y “quien se eleva demasiado cerca del sol con alas de oro las funde”, la misma que es atribuida a William Shakespeare (1564-1616). En estas épocas en las que, se puede decir, el buen hablar pareciera haber sido dejado de lado para dar paso a un lenguaje vulgar plagado de exabruptos, no está por demás recordar los refranes, proverbios, dichos, aforismos, y otros, con la finalidad de reflexionar y así actuar en consecuencia.
Se afirma que el significado de esa frase recrimina a la persona ambiciosa, que pierde lo que tiene seguro por desearlo todo. “Quien todo lo quiere todo lo pierde”, porque la ambición desmesurada, que según Aretino no es sino el excremento de la gloria, acaba por debilitar hasta los precintos de lo más seguro, se destaca en las páginas de la historia humana. Es menester señalar que Pietro Aretino (1492-1556) fue un poeta, escritor y dramaturgo italiano que transcurrió gran parte de su vida en Venecia, y fue quien escribió en su Correspondencia: me dicen que soy hijo de cortesana; esto no me vuelve malo; sin embargo tengo el espíritu de un rey. Vivo libre, me divierto y por tanto puedo llamarme feliz. Mis medallas están fundidas con todos los metales y todos los materiales. Mi efigie está expuesta frente a los palacios. Se esculpe mi cabeza en bustos, en medallones, sobre el marco de los espejos, como se hace con Alejandro, César, Escipión. Algunos vasos de cristal se llaman vasos aretinos. Una raza de caballos ha tomado mi nombre porque el papa Clemente me regaló uno de ellos. El arroyo que baña parte de mi casa se llama el Aretino. Mis mujeres quieren que las llamen Aretinas. Finalmente, se dice “estilo aretino”. Los pedantes pueden morir de rabia antes de alcanzar tanto honor.
Hijo de un zapatero y una prostituta, el genial y extravagante Aretino dicen que murió de apoplejía, o de un ataque de risa. Antes de su muerte había ordenado grabar sobre su tumba: aquí yace Pietro Aretino, poeta toscano, que de todos hablaba mal, salvo de Dios, excusándose diciendo: “no lo conozco”. Con todo y pese a esa su grandilocuencia, acabó convencido de que la ambición exagerada no es sino el excremento de la gloria. Indudablemente un rápido repaso a la cultura universal no deja de servirnos como algo aleccionador, enmendando errores para obrar con tino certero, que nos permitirá llevar días más plenos de comprensión y fraternidad en los turbulentos tiempos actuales, lo que bien vale para los de acá o los de allá, puesto que la contemporaneidad se halla convulsionada donde fuere. No en vano decía otro filósofo y matemático griego, Demócrito (460 AC-370 AC): “todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa”.
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